EL SELLO DE JEZABEL
En los años sesenta del siglo pasado salió a la luz una gema del IX a. C. con el nombre incompleto de Jezabel. ¿Fue esta reina del antiguo Israel su propietaria?
Las Sagradas Escrituras presentan a Jezabel como la reina que manejó los hilos del gobierno de Israel en la sombra, y afirman que incluso utilizó el sello de su marido, el débil e influenciable rey Ajab, para lograr sus objetivos. No obstante, la Soberana también pudo haber firmado sus órdenes con un sello propio, un ópalo oscuro que salió a la luz pública en 1964. Ese año, el sello llegó al Departamento de Antigüedades de Israel junto con otras reliquias de la colección privada Voss-Hahn. Pronto llamó la atención del arqueólogo Nahman Avigad. De origen incierto, tenía grabadas cuatro letras nunca antes vistas en un objeto de estas características: YZBL. ¿Debía leerse Jezabel? Las fechas encajaban –databa del siglo ix a. C.–, y, en opinión del experto, era una pieza digna de una reina. Sin embargo, algo no cuadraba: no había ni rastro de la letra álef, que los hebreos escribían justo antes de un nombre. De ahí
que Avigad se mostrara cauto a la hora de vincular el sello con la Reina. El asunto quedó aparcado hasta que, en 2006, la investigadora holandesa Marjo Korpel analizó en profundidad la gema y concluyó, esta vez sin la prudencia de su antecesor, que la difamada reina bíblica la empleó como rúbrica. Según esta profesora asociada de la Universidad de Utrecht, ello evidenciaba que Jezabel había tomado parte activa en el gobierno de Israel, algo que no está documentado.
La maldad en persona
El Libro de los Reyes del Antiguo Testamento traza el perfil de una Jezabel maquiavélica. Este texto relata que Ajab llegó un día compungido a su casa porque un campesino llamado Nabot se había negado a venderle un viñedo situado justo al lado de su palacio de verano. La popularmente llamada Casa de Marfil de Ajab era un lugar hermoso, construido con materiales traídos de países lejanos, pero si Nabot no traspasaba sus terrenos, el Rey no podía cumplir su sueño de rodearla de un gran jardín. Jezabel criticó a su marido su falta de espíritu y decidió actuar por su cuenta. Escribió una carta en nombre del Rey con una denuncia falsa hacia Nabot, y la cerró con el sello de su esposo. Como resultado, el campesino fue apedreado hasta la muerte a las puertas de la ciudad, y Ajab pudo tomar posesión del viñedo para hacer su jardín. Salta a la luz que Jezabel no contaba con la simpatía de los primeros cronistas bíblicos. De hecho, siempre fue vista como una extranjera en Israel, debido a su origen fenicio. Según el Libro de los Reyes, su padre, el rey Ethbaal, la familiarizó con las trifulcas palaciegas. Él mismo había accedido al trono tras asesinar a sus dos hermanos mayores. El propio matrimonio entre Jezabel y Ajab fue una alianza de Estado entre dos reinos vecinos, pero todo indica que entre ellos se estableció una gran complicidad.
Toda una provocación
La nueva reina israelí, inteligente y segura de sus principios, no solo se mantuvo fiel a sus dioses, Baal y Ashera, sino que atrajo a su esposo hacia su devoción. Juntos instauraron el culto en Israel a es-