ESPOSA POR DECRETO
Una rebelde forzada a casarse en la toma de Canadá
ALuis XIV, su colonia de Nueva Francia, Canadá, le provocaba dolor de muelas. Por mucho que incentivaba a soldados y colonos con concesiones y cofres de oro, nadie permanecía allí más del tiempo necesario. Aquella inmensidad de tierras se convertía en invierno en un infierno blanco, y durante todo el año se sucedían las sangrientas razias de los nativos iroqueses. El monarca francés halló una solución para que sus hombres no tuvieran tantas ganas de cruzar el Atlántico de vuelta: les mandó mujeres. Unas setecientas setenta francesas partieron a ultramar entre 1663 y 1673, con un cofre con la dote que les otorgaba Luis XIV. Se las llamó, grandilocuentemente, les filles du Roi, las hijas del Rey. Ancestro de muchos canadienses francófonos, se las recuerda como unas bellas y arrojadas damas. Pero el mito no siempre coincide con la realidad. La historiadora Suzanne Desrochers, también canadiense francófona, investigó el tema para su tesis doctoral. Descu- brió que no pocas de aquellas muchachas eran huérfanas o de familia pobre, obligadas a zarpar contra su voluntad. A partir de estos personajes modeló a su protagonista, Laure, huérfana de La Salpêtrière de París, la monstruosa edificación donde se hacinaban las prostitutas, indigentes, enfermas... La autora nos transmite impactantes destellos sensoriales de la vida allí. La suciedad que lo impregna todo destaca contra las blanquísimas telas que algunas de las niñas –las bijoux, las “joyas”– bordan con el famoso point de France, y que se guardan en los sótanos a salvo de la luz. El lujo cortesano que representan estos tejidos contrasta con el hambre que pasan las internas, que llegan a morir de escorbuto.
En territorio salvaje
Laure se rebela contra sus inmundas condiciones y es condenada a ser una fille du Roi. Desrochers no nos ahorra las brutalidades que le esperan en el viaje en barco y en las tierras de Quebec, donde será tomada por un marido que la abandonará durante todo un invierno en una cabaña en el más apartado de los asentamientos. Su esposo es un coureur des bois, es decir, un traficante de pieles al margen del monopolio público. Durante sus ausencias, Laure recibirá la ayuda –y quizás algo más– de un joven indígena. Sal en la piel es una potentísima historia épica con una heroína creíble, determinada, con el grado justo de egoísmo para sobrevivir en aquellas circunstancias. Es también un documentado vistazo a la muy interesante y compleja conquista de Canadá, tema injustamente ausente de la cultura popular. Otra novela con que seguir ahondando en las dificultades que dieron origen a aquel gigantesco país: La ternura de los lobos (Salamandra, 2009), de Stef Penney, thriller ambientado a mediados del siglo xix que explota magníficamente la agorafobia en los inmensos espacios nevados. Texto: Rafael Bladé