LA BARCELONA ALEGRE
Su ambiente bohemio inspiró a artistas como Picasso, que pintó a sus cupletistas, o Nonell, testigo en sus lienzos de su lado más sombrío, el de los bajos fondos. La avenida del Paralelo, así llamada porque su trazado coincide con el del paralelo terrestre situado a 41o 22’, nació como una arteria vial en la Barcelona de finales del siglo xix, y pronto se erigió en símbolo de una ciudad en expansión. La urbe, sede de varias exposiciones internacionales, atrajo a miles de foráneos a la búsqueda de oportunida- des laborales. Todo un público potencial para la industria del esparcimiento, que se concentró a lo largo y ancho de la avenida en no pocos teatros y cafés. De algún modo, el Paralelo fue el Montmartre catalán. Ambas zonas compartieron una atmósfera lúdica. No fue casual, por ejemplo, que uno de los teatros más representativos de la avenida, El Molino, se llamara antiguamente el Petit Moulin Rouge, en referencia a la mítica sala de variedades parisina. Sin embargo, el carácter popular del Paralelo se alejaba de la tópica imagen de millonarios sedu- ciendo a bailarinas en el pintoresco barrio francés. Pese a todo, sería simplista asociar el Paralelo únicamente con el music hall: también fue el escenario del estreno de clásicos teatrales como L’auca del senyor Esteve, de Santiago Rusiñol. La imagen de este mes muestra la vía en todo su esplendor, en la concurrida terraza del Café Español, uno de los más emblemáticos de la época. La fotografía forma parte de la exposición “El Paralelo, 1894-1939”, en marcha en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona del 27 de octubre al 24 de febrero.