¿ES ÉSTE UN FRAUDE IRREPETIBLE?
SIN MÉTODO
A principios del siglo pasado no existía ningún manual de excavación estandarizado. Aun así, Charles Dawson y Arthur Smith Woodward exploraron Piltdown con una absoluta falta de rigurosidad, abriendo trincheras y hoyos sin orden ni concierto. Algo inconcebible en la actualidad. Hoy, por ejemplo, se marcan coordenadas sobre el terreno, se fotografían los restos antes de extraerlos o se registran las actividades en un diario.
EL TIEMPO A FAVOR
La falta de técnicas precisas de datación también jugó a favor del o de los falsificadores. En 1912, la mejor manera de calcular la edad de los especímenes humanos era a partir del análisis de fósiles de mamíferos hallados en el mismo yacimiento o en sus inmediaciones. Smith Woodward comparó los fósiles animales de Piltdown con otros del Museo de Historia Natural, y estimó una antigüedad de unos cuatro cientos mil años. Pero no pudo ajustar más la fecha, al desconocer la especie, algo que hoy habría provocado recelo entre los paleontólogos. La técnica del radiocarbono, inventada a mediados del siglo pasado, habría demostrado lo muy equivocado que estaba: los huesos del cráneo (en la imagen) no rebasan los mil años.
MÁXIMA PRECISIÓN
La escasa resolución de los rayos X contribuyó a posponer la evidencia del engaño. El dentista Arthur Underwood hizo una radiografía de la mandíbula de Piltdown y la comparó con la de un chimpancé, cuyas raíces de los molares son más rectas que las humanas. Con una mayor calidad de imagen, seguramente habría detectado el origen antropoide de la pieza. Más tarde, el microscopio electrónico de barrido le habría ayudado a observar las marcas dejadas en los molares tras haber sido limados.
CAER EN LA TRAMPA
Pese al progreso técnico y metodológico, aún se siguen colando engaños. Así, en 1999, la revista National Geographic se hizo eco de un fósil de dinosaurio que parecía ser el eslabón evolutivo entre las aves y los dinosaurios terópodos. Al mes siguiente tuvo que admitir su error.