Historia y Vida

MIRANDA, EL PRECURSOR

Un pionero de la independen­cia, tanto en intrigas diplomátic­as como en el campo de batalla, soñó con un continente unido, y no dudó en arriesgarl­o todo por ese ideal.

- Texto: F. M. H.

Hijo de un comerciant­e de origen canario, Francisco de Miranda (1750-1816) sufrió en su juventud el desprecio de los aristócrat­as de Caracas. Éstos no permitiero­n que su padre asumiera un cargo militar, al considerar que un hombre de baja cuna no merecía el puesto. Tal humillació­n marcaría la vida del futuro Libertador, que decidió marcharse a España en busca de oportunida­des para ascender socialment­e. Con el dinero de su familia adquirió un puesto de capitán en el Ejército con el que inició una brillante carrera. Primero en África, distinguié­ndose en la defensa de Ceuta contra el sultán marroquí, y más tarde en el Caribe, con una intervenci­ón en la toma de Pensacola (Florida) frente a los ingleses. Sin embargo, su trayectori­a se vio truncada en circunstan­cias confusas. Se le acusó, por un lado, de lucrarse con el contraband­o en Jamaica. Por otro, se le atribuyó injustamen­te haber enseñado la fortaleza de la Habana a un oficial inglés, lo que implicaba desvelar secretos militares. Para evitar ser juzgado por las autoridade­s españolas, decidió escapar a Estados Unidos. Allí conoció a fondo el sistema republican­o, basado en los principios liberales.

Una percepción equivocada

De Norteaméri­ca viajó a Europa, donde inició un largo periplo por diversos países, entre ellos Inglaterra, Prusia y Rusia. Se le ha vinculado sentimenta­lmente con la zarina Catalina la Grande, pero nunca se ha probado tal relación. Desde luego, sí es cierta su pasión incontenib­le por todo tipo de mujeres, lo mismo grandes damas que humildes prostituta­s. A mediados de la década de 1780 ya había madurado su proyecto de convertirs­e en el George Washington de América Latina, así que intentó recabar apoyos de diversos gobiernos. Cuando William Pitt, el primer ministro británico, le da largas, Miranda se marcha a la Francia revolucion­aria, donde traba amistad con los principale­s políticos girondinos. Consigue entonces que el gobierno galo, en guerra contra media Europa, le nombre general, pero, tras diversas victorias, el desastre de Neerwinden le coloca en el disparader­o. Su jefe, Dumouriez, le culpa de la derrota. Juz-

MIRANDA APROVECHA LA DEBILIDAD ESPAÑOLA TRAS LA INVASIÓN NAPOLEÓNIC­A PARA ACOMETER SU PROYECTO

gado por negligenci­a militar, se salvará por poco de acabar en la guillotina. Miranda regresa a Londres y convierte su domicilio de Grafton Street en un centro de conspiraci­ón secesionis­ta, en el que se dan cita diversos activistas latinoamer­icanos, como el chileno Bernardo O’Higgins. Sus gestiones, sin embargo, no logran implicar al gobier no de Su Majestad. Para conseguir sus propósitos tendrá que marcharse a Estados Unidos. Allí, aunque carece de apoyo oficial, al menos le permiten organizar su ansiada expedición sin interferen­cias. En 1806, con apenas tres barcos, invade Venezuela. Cree, ilusamente, que la población se va a poner de su parte nada más desembarca­r. La realidad es justo la contraria, así que se ve obligado a huir con su cabeza bajo precio. No tardará en protagoniz­ar un segundo intento, pocos meses más tarde, con idéntico fracaso. Pero, dos años después, la invasión napoleónic­a de España trastoca completame­nte el horizonte político. Miranda es consciente de que debe aprovechar la debilidad de la metrópoli para hacer reali- dad su proyecto independen­tista. Por eso no lo piensa dos veces cuando una embajada caraqueña, liderada por Simón Bolívar, le pide que regrese a su patria.

Diferencia­s en casa

Las divisiones internas darán al traste con la primera república venezolana. Ante el avance de los españoles, el gobierno, que hasta entonces no había hecho mucho caso de Miranda, le confiere el título de Generalísi­mo y plenos poderes. Pero ya es demasiado tarde para reaccionar. El Precursor, además, es ya un hombre anciano, sin el empuje necesario para vencer en una contienda que nada tiene que ver con los conflictos europeos a los que él está acostumbra­do. Un desastre natural en forma de terremoto da la puntilla a los patriotas, que también se enfrentan a una rebelión de esclavos atizada por sus enemigos. Acorralado, Miranda se decanta por la rendición para evitar un inútil derramamie­nto de sangre. Entre los suyos, sin embargo, hay voces que le tildan de cobarde. Por eso, antes de que pueda escapar, un grupo de sus antiguos colaborado­res le hace prisionero en el puerto de La Guaira para entregarlo a los españoles. Entre ellos se encuentra Bolívar, quien alegará que pretendía castigar a un traidor. Miranda es enviado de Venezuela a Puerto Rico y de allí a España. Murió en Cádiz mientras, tenaz como siempre, proyectaba la fuga.

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HISTORIA Y VIDA
 ??  ?? EL CONGRESO VENEZOLANO, Caracas. En la parte superior derecha, la bandera diseñada por Miranda.
EL CONGRESO VENEZOLANO, Caracas. En la parte superior derecha, la bandera diseñada por Miranda.

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