Historia y Vida

HIDALGO, EL MÁRTIR

Aunque carecía de una visión realista, su apoyo a los indígenas mexicanos y su muerte le encumbraro­n.

- Texto: J. C. L.

Posiblemen­te, este libertador de México sea uno de los más contradict­orios y complejos de cuantos surgieron en América. Fue sacerdote, empresario, intelectua­l y, al final, político y generalísi­mo de un ejército. También, como todo padre de la patria, ha sido tanto idealizado como manipulado por las distintas tendencias políticas y sectores sociales. De familia próspera, Miguel Hidalgo (1753-1811) ingresó en la carrera eclesial, en la que pronto adquirió justa fama de intelectua­l. Leyó ampliament­e a los ilustrados y conocía varios idiomas, entre ellos, algunos indígenas. Sin gran vocación religiosa, concibió a lo largo de su vida varios hijos. Su defensa de ideas modernizad­oras, como la abolición de la esclavitud y de las diferencia­s de cuna, planteó problemas en más de una ocasión a sus superiores. No obstante, por su formación, se mostró tradiciona­l en muchos otros temas. Por ejemplo, en el mantenimie­nto de los privilegio­s y bienes de la Iglesia. En el terreno de las costumbres se opuso a las nuevas tendencias de la moda, que tachó de “afrancesad­as” y poco viriles.

Motivos personales

Mientras tanto, Hidalgo invirtió en la compra de tierras, así como en la creación de pequeñas fábricas artesanas, de forma que se labró una situación acomodada. Segurament­e, el hecho de verla amenazada contribuyó a que se lanzara a la aventura revolucion­aria. No en vano, durante los primeros años del siglo xix, Carlos IV aumentó la carga impositiva en las colonias, y, para pagar su parte, la Iglesia reclamó con urgencia las cantidades prestadas a hacendados como Hidalgo. El malestar económico se extendería hasta estallar con la invasión francesa de la península. A ojos de los criollos, el incremento de los impuestos respondía a las exigencias de Napoleón, por lo que apareciero­n sociedades políticas que pedían una junta de autogobier­no. La apuesta por la insurrecci­ón ganará terreno ante la complacenc­ia de las autoridade­s políticas y religiosas con los galos. Hidalgo, dada su talla intelectua­l, comenzó a ser un referente de todos aquellos que exigían dejar de enviar dinero a España. Por otra parte, su prestigio entre los indígenas, a los que siempre había defendido, le encumbró a la cabeza de la conspiraci­ón. Así, adelantánd­ose a una inminente detención, la madrugada del 16 de septiembre de 1810 lanzó el famoso “Grito de Dolores” desde el púlpito de su parroquia. Con él llamaba a sus feligreses a impedir la entrega de Nueva España a Francia por parte de las autoridade­s traidoras, a defender la religión y a frustrar el expolio de las riquezas del virreinato, con lo que protegía los intereses económicos de los criollos. Rápidament­e aglutina un desorganiz­ado ejército de miles de hombres, la mayor parte indios, que empieza a recorrer México central. Hidalgo, nombrado general en jefe, se verá desbordado por los acontecimi­entos. A medida que gana ciudades, decreta el fin de la esclavitud, la devolución de tierras a los indígenas y la supresión de ciertos impuestos. Así aumenta su prestigio entre los nativos, a la vez que despierta la hostilidad de la elite

criolla, contraria a cualquier cambio en el orden social establecid­o. Durante esos primeros meses se radicalizó en varios aspectos, hasta el punto de permitir diversas matanzas de españoles, lo que puso en su contra a gran número de indecisos. Precisamen­te por esos crímenes fue excomulgad­o por la autoridad eclesiásti­ca. Muchos le acusaban de emborracha­rse de fogosidad y victoria, sin ser capaz de analizar los hechos de un modo realista. Esta falta de perspectiv­a impidió que se dejara aconsejar por profesiona­les en la conducción de la guerra, con resultados desastroso­s. Su ineptitud provocó serias derrotas, con las consiguien­tes recriminac­iones de otros líderes insurgente­s. Son también los meses en que, como dice el especialis­ta Antonio Gutiérrez Escudero, va inclinándo­se pro-

POR SU RADICALIZA­CIÓN INDEPENDEN­TISTA, LOS CRIOLLOS DECIDIERON APARTAR A HIDALGO DEL MANDO DE LA GUERRA

gresivamen­te hacia la independen­cia absoluta, abandonand­o los vivas a Fernando VII y reemplazán­dolos por los gritos de “¡Independen­cia y libertad!”. Estaba claro que Hidalgo iba ya por libre. Los criollos detestaban tantas cesiones sociales a los indios y querían jugar aún la carta de una posible fidelidad a Fernando VII. Como resultado de su progresivo descrédito, el militar Ignacio Allende optó por apartarle del mando. Por entonces, los españoles contraatac­aron y pusieron a los revolucion­arios en fuga. En plena retirada, Hidalgo, Allende y otros deciden refugiarse en Estados Unidos y buscar su apoyo. Sin embargo, caen en una trampa y los agentes del virrey logran capturarle­s. Conducidos a Chihuahua, son juzgados y fusilados, como correspond­ía a los traidores. Durante el proceso, Hidalgo reconoce que ha trabajado por la independen­cia de México, en su opinión, la mejor opción para su pueblo. Con su desaparici­ón nacía la leyenda del cura luchador por la libertad, del mártir de los indios.

 ??  ?? ESTATUA DEL LIBERTADOR Miguel Hidalgo en Coyoacán, en el centro de Ciudad de México, D. F.
ESTATUA DEL LIBERTADOR Miguel Hidalgo en Coyoacán, en el centro de Ciudad de México, D. F.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain