Crímenes del desarrollismo
UN ASESINATO EN LA GRANADA DE LOS AÑOS SESENTA
Granada, febrero de 1963. Mientras la ciudad sufre una de las inundaciones más graves de su historia, un abogado es asesinado en la habitación de un hotel. Las inundaciones, que ocurrieron realmente (afectaron sobre todo al Sacromonte), son tan catastróficas que obligan a Franco a visitar las zonas siniestradas. El crimen del letrado es tan misterioso y podría tener tantas implicaciones, políticas y sociales, que obliga a emplearse a fondo a un octogenario comisario franquista. De esta manera comienza Gran Granada, una novela con la que el escritor y traductor Justo Navarro ha querido volver a la ciudad de su infancia para describir el clima moral de una época y rendir tributo a los libros con los que aprendió a leer: las novelas policíacas de quiosco (no por casualidad, la imagen de la portada es de Chacopino Fabré, uno de los ilustradores de literatura popular más prolíficos de esos años).
Ladrillo en el horizonte
El autor sitúa una enrevesada y absorbente trama policíaca, con asesinatos, chantajes, romances y robos de obras de arte, en un contexto histórico igual de estimulante: la “Gran Granada” gris de los años sesenta, la de las élites dominantes de una ciudad donde “la guerra duró dos días”. Estamos en vísperas del “desarrollismo”, de la angloamericanización de la cultura y la sociedad españolas. Como apunta Navarro, las inundaciones de 1963 casti- garon a las clases populares, pero sirvieron a las dominantes como acicate económico. Fue el inicio de la modernización, “el desarrollo de una industria inmobiliaria que sustituyó a la economía basada en la agricultura, el azúcar y el tabaco”.
Trabajos cosméticos
La novela, estilísticamente ambiciosa (su carácter de literatura popular solo se refiere al contenido), habla del pasado para explicar el presente. El comisario protagonista, experto en telecomunicaciones, anticipa un futuro donde todo el mundo llevará un teléfono en la mano conectado a un organismo central de control, “como si fuera una pulsera, un reloj, un anillo, un grillete”. Será la transformación del actual estado policial en “sociedad policía”. La Granada que describe Navarro es una ciudad cuyos habitantes reprimen sus sentimientos en público, callan y miran hacia otro lado cuando ven a los policías, y observan resignados cómo estos, ante la visita del Caudillo, se esfuerzan más en ocultar los crímenes que en investigarlos, en continuar con su labor cosmética al servicio del régimen que en destapar la sucia y terrible verdad.