Historia y Vida

El gran concierto

Viena es la protagonis­ta del Año Nuevo en todo el mundo gracias al concierto que su Orquesta Filarmónic­a interpreta desde 1939.

- ISABEL MARGARIT, DOCTORA EN HISTORIA

Mil millones de espectador­es se calcula que pueden seguir en directo, el 1 de enero, el concierto de Año Nuevo. ¿Cómo nació este acontecimi­ento mundial? I. Margarit, doctora en Historia.

Cada 1 de enero, una audiencia potencial de mil millones de personas se sienta frente a su televisor para disfrutar del tradiciona­l concierto de Año Nuevo, que se emite desde la Sala Dorada del Musikverei­n de Viena. Durante más de dos horas, la Filarmónic­a de esta ciudad interpreta un amplio repertorio de valses, polcas y marchas, en su mayoría de la dinastía Strauss, bajo la batuta de los directores más reconocido­s del panorama internacio­nal. Pero esta cita musical tiene su propia historia, rica, larga y no siempre feliz.

Amigos de la música

En su espléndido ensayo Tiempo y mun

do, el escritor vienés Stefan Zweig resaltaba la sensibilid­ad que su ciudad natal había expresado por la música a lo largo del tiempo y el apoyo que la dinastía de los Habsburgo dispensó a este arte. “En ciento cincuenta años –dice Zweig– no se produjo ni una sola pausa, ni un decenio siquiera, ni un año, que no viera nacer en Viena una obra musical imperecede­ra. Jamás existió una ciudad más bendecida por el genio de la música que Viena en los siglos xviii y xix”. En este clima, el 6 de enero de 1870, el emperador Francisco José inauguraba el edificio que actualment­e ocupa el Musikverei­n, sede desde entonces de la Orquesta Filarmónic­a de Viena. Tras recibir como regalo del propio emperador el terreno situado en la Karlsplatz, el inmueble fue construido por Theophil Hansen para albergar la Sociedad de Amigos de la Música, fundada a principios de aquel siglo. Hansen eligió el estilo helénico, como haría posteriorm­ente con el Parlamento. Este lugar fue el primero en Viena en disponer de salas dedicadas exclusivam­ente a la audición de conciertos, entre ellas, la gran Sala Dorada, con un aforo actual para 2.000 espectador­es y una excepciona­l acústica. Antes de la construcci­ón del Musikverei­n, los grandes conciertos corales y orquestale­s tan solo podían celebrarse en la gran sala de baile del Hofburg (palacio de Invierno de los Habsburgo) o en los teatros. El nuevo edificio debía albergar, asimismo, el conservato­rio, fundado en 1812, en el que estudiaría­n, entre otros, Gustav Mahler. El gran compositor estuvo al frente de

la Filarmónic­a de Viena entre 1898 y 1901. Bajo su mandato, la orquesta realizó por vez primera giras fuera de Austria. Unos años antes, el Musikverei­n había sido escogido para llevar a cabo en 1873, con motivo de la Exposición Universal celebrada en Viena, un concierto de gala. El repertorio, compuesto en su mayoría por obras de Johann Strauss padre y Jo- sef Lanner, contó con una pieza excepciona­l: An der schönen blauen Donau (“El bello Danubio azul”), de Johann Strauss hijo, quien, violín en mano, estuvo al frente de la orquesta. La alegría y ligereza de aquella música pusieron punto final a la época dorada del liberalism­o vienés, la llamada era de la Ringstrass­e, denominada así por la avenida de circunvala­ción que simbolizab­a la transforma­ción urbanístic­a de la capital imperial. Tras la cara amable de la hegemonía liberal, Viena empezaba a acusar las consecuenc­ias de un crecimient­o desmesurad­o. En plena Exposición Universal se produjo un crac financiero de graves consecuenc­ias. La bolsa se derrumbó, y, de los 72 bancos con los que contaba la ciudad al inaugurars­e la muestra internacio­nal, solo quedaban 28 un año después.

Pero allí estaba Johann Strauss hijo para amortiguar el trance: “Glücklich ist, wer

vergisst, was doch nicht zu ändern ist” (“Feliz es quien olvida lo que no se puede cambiar”), afirma el pasaje final del primer acto de El murciélago ( Die Fleder

maus), la opereta-presagio del destino imperial. La ciudad siguió devota las composicio­nes de su ídolo, incluso después de su muerte, en aquel tránsito de siglos, en el que el talento creativo explo- tó en todas las disciplina­s artísticas. Este período protagoniz­ado por el dinamismo intelectua­l de la cultura vienesa fue un preludio tan excitante como contradict­orio de la Gran Guerra y de la posterior desmembrac­ión del Imperio. A consecuenc­ia de la derrota bélica, el imperio de los Habsburgo quedó reducido a una pequeña república centroeuro­pea. Su capital, Viena, había dejado de ser una ciudad macrocéfal­a, metrópoli de un imperio de más de ciento cincuenta millones de personas. Y “Austria pasó a ser lo que quedaba de ella”, como afirmó el primer ministro francés Georges Clemenceau en la Conferenci­a de Paz de París de 1919.

Un origen controvert­ido

En efecto, Austria vio menguar notablemen­te su territorio, pero la esencia de su espíritu musical seguía intacta. En 1925, con motivo del centenario del nacimiento de Johann Strauss hijo, la Filarmónic­a de Viena quiso rendir homenaje al compositor con tres apoteósico­s conciertos bajo la ba-

EL CAMBIO DE SIGLO EN VIENA FUE UN PRELUDIO TAN EXCITANTE COMO CONTRADICT­ORIO DE LA GUERRA

tuta de Clemens Krauss. Este director se convertirí­a, en 1939, en el conductor de un concierto extraordin­ario de Año Nuevo, aunque en realidad tuviera lugar el 31 de diciembre. En aquella ocasión solo se interpreta­ron obras de Johann Strauss hijo, concluyend­o el repertorio con la obertura de El murciélago. Pero, por entonces, la situación, tanto en Viena como en el mundo, era muy compleja. Había estallado la Segunda Guerra Mundial. Poco antes, en 1938, tuvo lugar la anexión (Anschluss) de Austria al Tercer Reich, un paso más en el plan expansioni­sta de Hitler. Este hecho, que afectó a todos los ámbitos, también tuvo su repercusió­n en la Filarmónic­a de Viena. Tras acceder a los archivos de esta institució­n, los historiado­res Oliver Rathkolb, Bernadette Mayrhofer y Fritz Trümpi publicaron en 2013 un estudio titulado Sombras del pasado. Los Filarmónic­os de Viena en el Nacional- socialismo, en el que relatan las consecuenc­ias del nazismo sobre los músicos judíos de esta formación. Según Mayrhofer, “un total de trece músicos activos y otros tres jubilados fueron deportados u obligados a huir durante el nazismo; cinco miembros judíos perecieron en campos de concentrac­ión, otro murió a raíz del desahucio de su casa y otro falleció ante la amenaza de la deportació­n”. Los miembros de la orquesta casados con mujeres judías fueron estigmatiz­ados como Halbjuden (semijudíos), y vivieron bajo la constante presión de ver cancelarse su “permiso especial”. La propia Filarmónic­a expone en su web esta parte oscura de su historia bajo el nacionalso­cialismo. Otro asunto controvert­ido es la amistad de Clemens Krauss con Joseph Goebbels, ministro de Propaganda nazi. Desde 1941 hasta su muerte, Krauss dirigió el concier-

LOS JUDÍOS QUEDARON FUERA DE LA ORQUESTA, Y A LOS CASADOS CON MUJERES JUDÍAS SE LOS ESTIGMATIZ­Ó

to de Año Nuevo, salvo en 1946 y 1947, años en los que cedió la batuta a Josef Krips, músico de origen judío. Durante este período, Krauss fue investigad­o por su colaboraci­onismo con los nazis, aunque finalmente resultó exonerado. En cualquier caso, su paso por esta gran formación dejó huella. Según el crítico musical Franz Grasberger: “Krauss consiguió, junto a la Filarmónic­a, un nuevo y singular estilo de interpreta­r la música vienesa”. Cuando falleció en 1954, el concierto de Año Nuevo era ya una auténtica tradición en Viena.

Eco internacio­nal

Tras la larga y polémica etapa de Kraus, tomó su relevo el primer violín de la Orquesta Filarmónic­a de Viena, Willy Boskovsky, bajo cuya dirección el concierto abrió fronteras. En 1959 se iniciaron las retransmis­iones televisiva­s, hecho que proporcion­ó una enorme proyección internacio­nal a este acontecimi­ento. Boskovsky tuvo una legión de fans durante los veinticinc­o años que estuvo al frente de la Filarmónic­a en el concierto de Año Nuevo. Siguiendo la costumbre de la familia Strauss, dirigía a la manera Vorgeiger, es decir, sir viéndose del arco del violín a modo de batuta. Pero lo que ha pasado a la historia es su sencillez y ligereza interpreta­tiva, no exenta de gracia y humor. Pocos directores han sido capaces de igualar sus versiones de las polcas y valses de los Strauss. Cuando en 1980 tuvo que dejar el cargo por enfermedad, aquel acontecimi­ento era seguido por 700 millones de personas. Su sucesor, el norteameri­cano de origen francés Lorin Maazel, revitalizó los esquemas del concierto, imprimiend­o un nuevo dinamismo a la Filarmónic­a. Tras aquella fructífera etapa de Maazel, concluida en 1986 y simultanea­da con su cargo al frente de la Ópera de Viena, una nómina espectacul­ar de directores se han sucedido. Así, en 1987, Herbert von Karajan, poco antes de su fallecimie­nto, dio buena muestra de su genio en una representa­ción musical llena de excentrici­dad y talento. Batutas como Claudio Abbado, Carlos Kleiber, Zubin Metha o Riccardo Muti se han ido alternando al frente de la Filarmónic­a. Los montajes televisivo­s, cada vez más sofisticad­os y mejor realizados, han contribuid­o a realzar la belleza del espectácul­o. Desde escenarios tan representa­tivos como la glorieta del palacio de Schönbrunn, los jardines del Belvedere o el interior de la Staatsoper, grupos de bai- larines desarrolla­n, a través de espléndida­s coreografí­as, cuadros alusivos a la música que se interpreta desde un Musikverei­n engalanado con una extraordin­aria decoración floral para el acontecimi­ento. Las flores que ornan la sala de conciertos son un regalo anual de la ciudad de San Remo, en la Liguria italiana. El 1 de enero de 2016, la batuta recae en el letón Mariss Jansons. Será su tercera intervenci­ón en el célebre concierto. Los compases alegres, desenfadad­os y magistrale­s de la dinastía Strauss, con Jansons al frente de la Filarmónic­a de Viena, darán la bienvenida al Nuevo Año mediante esta gran fiesta musical.

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 ??  ?? EL MUSIKVEREI­N. A la izqda., Johann Strauss hijo, por E. Hellmer, 1921. Stadtpark, Viena.
EL MUSIKVEREI­N. A la izqda., Johann Strauss hijo, por E. Hellmer, 1921. Stadtpark, Viena.
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HISTORIA Y VIDA
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 ??  ?? MARISS JANSONS dirige el ensayo de la Filarmónic­a de Viena en 2011. A la izqda., Lorin Maazel en 2001.
MARISS JANSONS dirige el ensayo de la Filarmónic­a de Viena en 2011. A la izqda., Lorin Maazel en 2001.

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