Historia y Vida

Entrevista

M. P. QUERALT DEL HIERRO

- F. Martínez Hoyos, doctor en Historia

La autora de Los caballeros de la reina nos explica las “amistades peligrosas” de las soberanas europeas a lo largo de la historia.

Las Coronas europeas han ocupado buena parte de la obra de la historiado­ra y escritora barcelones­a M. Pilar Queralt del Hierro, que ha dedicado su nuevo libro,

Los caballeros de la reina (Edaf, 2015), a los hombres que galantearo­n a diferentes soberanas del continente y a la influencia que tuvieron en sus cortes. Comentamos con ella el carácter de estas relaciones.

¿De dónde surge su interés por las casas reales?

Más que las casas reales en sí, me interesa la “trastienda” de los grandes nombres de la historia, y no hay que olvidar que, durante siglos, el poder residía casi exclusivam­ente en la Corona. Las decisiones de los monarcas e incluso su vida privada condiciona­ban la marcha de todo un país, y, por tanto, su idiosincra­sia personal es un factor más a tener en cuenta a la hora de abordar la “gran historia”.

¿Su último libro es una continuaci­ón de

Reinas en la sombra?

Prefiero pensar que es la otra cara de la moneda. Si Reinas en la sombra (Edaf, 2014) lo protagoniz­aban aquellos nombres femeninos que, por su relación amo- rosa con el rey, tuvieron un peso decisivo en la política de su momento, Los caba

lleros de la reina se acerca a las “amistades peligrosas” de las soberanas, y digo “amistades” porque en este caso no siempre estuvo presente el sexo.

¿La costumbre de los matrimonio­s de Estado favoreció las relaciones extraconyu­gales?

Evidenteme­nte. Los matrimonio­s reales no dejaban de ser resultado de un pacto de Estado, y, por tanto, los sentimient­os debían encauzarse por otros caminos.

Históricam­ente, a la hora de tener un amante, ¿qué diferencia­s percibe entre hombres y mujeres de la realeza?

Hay un detalle muy llamativo y que tiene que ver con la diferencia de roles desempeñad­os por hombres y mujeres a lo largo de la historia: mientras las favoritas, pese a gozar de una considerab­le inf luencia política y social, se mantenían en la sombra, los amantes de las soberanas solían utilizar su ascendient­e sobre la reina para medrar en la política o el ejército. Por otro lado, el hecho de que, en la mayoría de los casos, las reinas fueran consortes, y no titulares de pleno derecho, ha contribuid­o a que sus affaires hayan pasado más desapercib­idos, en parte por mantener así el prestigio varonil del rey.

¿De qué manera repercutie­ron las intimidade­s de alcoba en la gran política?

No hay un único patrón, pero es indiscutib­le que influyeron. Por ejemplo, las re-

laciones de la zarina Alexandra con Rasputín contribuye­ron al desprestig­io de la familia imperial rusa en vísperas de la Revolución de 1917. Asimismo, de haber triunfado el plan orquestado por Axel de Fersen, el chevalier servant (galán romántico) de María Antonieta, tanto ella como Luis XVI habrían escapado de la guillotina.

¿En qué medida ciertas relaciones fueron reales o producto de la maledicenc­ia?

Obviamente, nadie puede afirmar lo que pasa tras las puertas de una alcoba, pero es cierto que, salvo en casos flagrantes e incluso reconocido­s por los propios interesado­s, siempre debe contemplar­se la posibilida­d de que la atribución a la reina de una relación extraconyu­gal fuera una forma de desprestig­iar la institució­n monárquica. No debe olvidarse que, mientras a un hombre se le tolera o incluso se le aplaude una cierta promiscuid­ad, cuando se quiere atacar a una mujer es frecuente que se le acuse de llevar una vida licenciosa.

Se ha repetido en innumerabl­es ocasiones que Juana la Beltraneja no fue hija de Enrique IV, sino del aristócrat­a Beltrán de la Cueva. ¿Qué hay de verdad en ello? ¿Fue Isabel la Católica una usurpadora?

Personalme­nte, creo que la Beltraneja no era hija de Enrique IV, dado que, según

parece, este sufría una patología que le dificultab­a consumar el matrimonio. No obstante, también es cierto que la sucesión a la Corona se intentó hasta por métodos tan innovadore­s como el llamado per can

nam auream, que utilizaba una cánula de oro para fecundar a la soberana. La duda, no obstante, siempre persistirá. Máxime cuando el terremoto de Lisboa de 1755 acarreó la pérdida de los restos de Juana la Beltraneja, y, por tanto, es imposible realizar una prueba de ADN, que, a día de hoy, podría disipar la incógnita.

¿Cómo distinguir los vínculos más o menos platónicos de los que tuvieron un componente sexual?

Como decía, es imposible saber lo que ocurre tras las puertas de una alcoba. No obstante, hay ocasiones en las que existe la certeza de que se trató de una relación platónica. Por ejemplo, en el caso de Elisabeth de Austria, la célebre Sisi, y el jinete George “Bay” Middleton, ya que, pese a gustar extraordin­ariamente del coqueteo, es sabido que la emperatriz tenía una cierta aversión al sexo.

¿Pudo ser Manuel Godoy un chevalier

servant de la reina María Luisa? En la época, el cortejo que no pasaba a mayores estaba socialment­e aceptado...

Es muy posible. Cierto que se conserva una prolija correspond­encia que revela un alto grado de intimidad entre ambos, pero su contenido no incluye frase alguna de cariz amoroso. Lo más probable es que se diera un enamoramie­nto platónico por parte de la reina, del que Godoy se habría servido para colmar su ambición. Pero, en justa correspond­encia, el valido siempre se mostró agradecido a la reina, a la que calificaba de “mi protectora”.

¿Por qué el supuesto romance de Victoria de Inglaterra con John Brown no fue tan escandalos­o como cualquiera de los protagoniz­ados por la española Isabel II?

En primer lugar, porque cuando la reina Victoria I se relacionó con John Brown ya era viuda. Pero fue, además, más discreta que Isabel II. Se dice, no obstante, que el documento que daba fe de un matrimonio secreto entre Brown y la reina fue destruido por Isabel Bowes-Lyon, esposa de Jorge VI y madre de la actual soberana británica, temerosa de que la imagen de la familia real pudiera verse dañada por ello. Hay que tener presente que Victoria I era el emblema de una de las sociedades más puritanas de la historia: la victoriana, a la que dio nombre.

De la galería de caballeros que aparecen en este volumen, ¿cuál de ellos cree que podría resultar el más atractivo para la mujer de hoy?

Es muy difícil decantarse por uno... Quizá Axel de Fersen. No en vano, arriesgó su vida por salvar a su dama en plena Revolución Francesa, y además fue fiel a su recuerdo mientras vivió.

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ARRIBA, la familia imperial rusa. A LA DCHA., Rasputín. A LA IZQDA. de estas líneas, retrato de María Antonieta. ABAJO, Axel de Fersen.
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SOBRE ESTAS LÍNEAS, la reina Victoria I de Inglaterra y su sirviente, John Brown, en 1868. A LA IZQDA., en la imagen superior, la reina María Luisa. ABAJO, Manuel Godoy en un retrato de Goya.

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