Sin gloria aparente
Tras la historia de la película incierta gloria, recién estrenada, encontramos la curiosa evolución de un antiguo libro marcado por las vicisitudes.
Otra película sobre la Guerra Civil? No es la primera vez que el director Agustí Villaronga aborda el conflicto a través de la adaptación de una obra literaria. Lo hizo en 2010 con la exitosa Pa negre (Pan negro), ganadora de nueve premios Goya e inspirada en el best seller de Emili Teixidor. Ahora le toca el turno a Incierta gloria, filme que devuelve a la actualidad la novela homónima publicada por Joan Sales (1912-83) en los años cincuenta (reeditada ahora en español por Austral). Hoy se encuentra traducida a más de veinte idiomas. El semanario The Economist situó la versión en inglés en el ranking de los mejores libros de ficción publicados en Gran Bretaña en 2014.
En la trastienda de la guerra
Contra lo que pueda parecer, Incierta gloria no es una película bélica, sino un drama romántico. La acción transcurre en el Aragón de 1937: Lluís (Marcel Borràs) es un joven oficial republicano que se enamorará de la Carlana (Núria Prims), una viuda misteriosa de turbias intenciones. A los sufrimientos y las dudas de estos y otros personajes alude el título de la obra, tomado de un verso de Shakespeare, “la incierta gloria de un día de abril”, perteneciente a Los dos caballeros de Verona. Aragón, tras la sublevación de julio de 1936, había quedado dividida en dos zonas, una adicta al gobierno legal y otra partidaria de los rebeldes. En un principio, el
frente permaneció en calma. No así la retaguardia, donde las fuerzas de izquierda impulsaron una revolución social con la colectivización de la tierra y donde unos y otros procedían a la represión política del contrario. Las organizaciones obreras y la Iglesia se encontraron en el punto de mira de sus respectivos perseguidores. La tranquilidad militar no duró mucho. Los republicanos intentaron, sin éxito, recuperar los territorios perdidos en el inicio de la contienda. Obtuvieron un triunfo aparente con la reconquista de Belchite, pero la operación supuso distraer gran cantidad de recursos mientras el enemigo se fortalecía en Zaragoza, que no pudo ser tomada.
Enemigos idénticos
Tras el fin de la Guerra Civil, la literatura que buscó inspiración en el conflicto se distinguió por un acentuado maniqueísmo. Por eso fue tan importante la aparición en 1956 de Incierta gloria, con la que Sales había ganado el Premio Joanot Martorell el año anterior. Su mayor novedad, seguramente, radicaba en su voluntad de dar testimonio contra la propaganda de los dos bandos. El del autor era el republicano, en el que había luchado durante la contienda. Por eso había tenido que exiliarse hasta regresar a España en 1948. No obstante, su pasado no le hizo ser acrítico en el relato de los acontecimientos. Sales no separa a la gente en función de su ideología, sino de sus sentimientos. Sus personajes no se definen por sus creencias políticas, sino por su caridad hacia el prójimo –su perspectiva es profundamente cristiana–. La violencia aparece como un producto del fanatismo, ajena al auténtico sentir de la mayoría de la población. De ahí que la anciana tía Olegaria afirme que los dos bandos son, en realidad, lo mismo. Esta es la misma idea que expresa uno de los protagonistas, Julio Solerás, cuando, junto a un grupo de anarquistas, se distancia tanto de las águilas nietzscheanas como de las hegelianas. De esta forma enrevesada expresa que no simpatiza con los fascistas ni con los comunistas.
Con todos en su contra
El libro se publicó pese a la reticencia de la censura civil franquista, que, eso sí, obligó a suprimir numerosos fragmentos. Como la novela era crítica con todo el mundo, todo el mundo corrió a lanzar sus diatribas contra ella. En los medios oficialistas del franquismo se llegó a decir que el escritor podía darse por contento de que no se le fusilara. La izquierda tampoco estaba satisfecha. Su anticlericalismo chocaba con la intensa fe católica de un autor que ridiculizaba a los comisarios políticos comunistas o criticaba a los anarquistas por asesinar a pobres campesinos por el único delito de trabajar para los frailes. Por el peso de la fe en su narrativa, Sales sería comparado con el francés Georges Bernanos o con el británico Graham Greene. La censura eclesiástica tampoco se mostró entusiasmada, pero finalmente concedió su autorización, o obstat (nada se opone).
Una casualidad hizo que la editorial Gallimard comprara poco después los derechos para la traducción al francés. Uno de sus lectores de originales era el escritor español Juan Goytisolo, que dio un informe muy positivo del libro. Goytisolo también propició la traducción de otros grandes títulos del momento, como los de Camilo José Cela, Ana María Matute, Rafael Sánchez Ferlosio o Mercè Rodoreda. Se suponía que Gloire incertaine debía publicarse en 1958, pero su aparición se demoraría cuatro años más. El resultado fue, de hecho, una nueva novela. Porque, en el proceso, el autor amplió considerablemente el texto. Pensaba, entre otras cosas, en clarificar para un lector extranjero los pormenores de la contienda española de 1936-1939. Pero Sales no se detendría ahí. Incierta gloria se convirtió en un work in progress. La cuarta edición catalana, de 1971, se consolidó como la definitiva. Tenía 910 páginas. Casi triplicaba las 335 del texto primitivo.
como la novela era crítica con todo el Mundo, todo el Mundo lanzó sus diatribas contra ella
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