Historia y Vida

ESPEJOS Y VENTANAS

Por fin, la luz En Casa

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Durante siglos, en las viviendas hubo que escoger entre la luz natural o una temperatur­a agradable. Lo más habitual para protegerse de las corrientes de aire era tapar las ventanas con pieles, telas o tapices. En las casas adineradas se tamizaba la luz con finas láminas de alabastro o hueso. En Asia Oriental se recurría al papel. Salvo algún precedente aislado en la antigua Roma (donde, en ocasiones, se usaban gruesos paneles de vidrio casi opaco), las ventanas luminosas fueron una innovación medieval. Beda el Venerable las menciona en el s. viii. Tresciento­s años más tarde, un abad de Baviera escribió una carta agradecien­do la donación de unas vidrieras emplomadas a un aristócrat­a benefactor, pero hasta el xiii se considerar­on un lujo reservado a catedrales (arriba, Chartres) y grandes monasterio­s. La industria vidriera de Bohemia y Murano, surgida en esa época, empezó a populariza­r su uso. Es entonces también cuando se inventa el espejo azogado, colocando una lámina de metal pulido tras el vidrio. A finales del xiv se empiezan a acristalar las ventanas de palacios y casas señoriales. Los paneles de vidrio se obtenían a partir de cilindros soplados a los que se practicaba un corte para obtener una superficie plana. Este método no permitía tamaños muy generosos: por eso era necesario recurrir a marcos pequeños de madera o metal.

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