LLEGA LA PÓLVORA
La guerra deja de ser Cosa de Músculos
Se dice que los chinos trataban de conseguir una poción de inmortalidad cuando descubrieron accidentalmente la pólvora hacia el siglo ix. Obtuvieron justo lo contrario, una pócima mortífera, que a la larga cambiaría el rumbo de las guerras. La usaron para elaborar vistosos fuegos artificiales, pero también con fines mucho menos inocentes. El Wujing zongyao, manual bélico del siglo xi, contiene instrucciones para preparar bombas y granadas, así como el diseño de un rudimentario lanzacohetes. Como no podía ser menos, esta mezcla de carbón, salitre y azufre se propagó como lo que era, pólvora (de ahí viene la expresión). En el siglo xiii ya la usaban con fines bélicos en India, Mongolia, Persia y, en general, en todo el mundo islámico, donde se la conocía como “nieve china”. Roger Bacon la menciona en un texto de 1250, y en el siglo xiv se lanzan los primeros proyectiles, para desconsuelo del poeta Francesco Petrarca, que se lamentó escribiendo: “La locura humana ha imitado el inimitable rayo”. los primeros cañones (abajo, en una miniatura francesa del s. xv) explotaban a menudo, carecían de una medida estándar para el diámetro de los proyectiles y eran pesados y difíciles de transportar. Aun así, sembraban el pánico en las filas enemigas. La victoria ya no sería patrimonio de los más fuertes y mejor entrenados. Armado con un primitivo arcabuz y algo de suerte, hasta el soldado más enclenque podía tumbar a un flamante caballero.