Historia y Vida

CIUDAD DE CAMBIOS

Aarhus, segunda ciudad de Dinamarca, ostenta este año el título de Capital Europea de la Cultura junto con la chipriota Pafos. La armonía entre historia y presente es norma en un lugar que quiere volver a pensarlo todo.

- Más informació­n en www.visitaarhu­s.com JAVIER DALE, PERIODISTA

De ser tantas ciudades, Aarhus es todas las ciudades a la vez. Fundada en la ribera del río Aarhus –del que toma el nombre– por los vikingos en el siglo viii, la segunda urbe más poblada de Dinamarca se proyecta sobre Europa con el sello de la Capitalida­d Cultural. El lema del año, “Let’s rethink”, no es casual: la reinvenció­n ha sido la religión cívica de Aarhus a lo largo del tiempo.

La de Aarhus es la historia de una ciudad empeñada en incorporar armónicame­nte el pasado en su camino hacia el futuro. Primero, como consecuenc­ia del devenir de la historia; a partir del siglo xix, como voluntad a la hora de encarar el cambio. La antigua aldea vikinga creció en el espacio que hoy ocupa la catedral, que fue románica antes que gótica y católica antes que protestant­e. La apertura al comercio y el establecim­iento del puerto como el segundo más importante del país guiaron el desarrollo de Aarhus a lo largo de la Edad Moderna, en la que sufrió varios incendios –hasta finales del xvi, la mayo ría de las edificacio­nes tenían techos de madera y paja–, bombardeos por parte de la armada sueca (1659) y una plaga que acabó con un tercio de la población de Dinamarca (también en 1659).

Pero con el siglo xix llegó la transforma­ción. En apenas cien años, Aarhus pasó de menos de cuatro mil habitantes a más de cincuenta mil. Se convirtió en un municipio industrial y conectado con el continente cuando venía de ser un centro portuario y amurallado. Y, bajo el amparo de la renovada monarquía constituci­onal danesa, pasó de ser una sociedad posmedieva­l a una moderna, preocupada por el arte, la educación y el equilibrio. Es en el xix cuando inaugura el museo de arte AROS, cuando se diseñan los jardines botánicos que acabarían alojando el Gamle By, el barrio que protege la herencia no solo de la ciudad, sino de Dinamarca. Hoy, con más de tresciento­s mil habitantes, Aarhus mantiene vivo el espíritu de “repensarse” desde el origen.

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