LA MARCA KENNEDY
Miembro de una poderosa familia de origen irlandés, John Fitzgerald Kennedy pudo haberse convertido en el pionero de una dinastía de presidentes. Esa idea inspiró al periodista y escritor estadounidense Gore Vidal un artículo que se convirtió en portada de la revista Esquire en 1967. En un fotomontaje aparecían, sentados en la famosa mecedora de John, el desaparecido presidente al fondo, su hermano Robert ante él, Edward más próximo al foco y, en primer plano, el pequeño John John (hijo de JFK) simulando unos cuantos años de más. Junto a ellos, las fechas en los que cada uno presidiría el país. La imagen reflejaba la fascinación que seguían provocando, en buena parte de americanos, los Kennedy. Más que una familia, representaban un referente, una marca de esperanza en el futuro político.
Cuatro años después de su trágica muerte en Dallas, el estadista se había convertido en un icono, cimentado, en buena parte, por su propia viuda, la culta, moderna y refinada Jackie. En una entrevista concedida a la prestigiosa publicación Life, ella aseguraba al periodista que “en el futuro habría otros grandes presidentes, pero nunca volvería a existir otro Camelot”. El joven político había imprimido esplendor al país. Bajo su gobierno, Estados Unidos había sido tan perfecto como el reino de la Tabla Redonda. Desde entonces, el mito de Camelot acompañó su recuerdo. Pero, en los setenta, inquietantes revelaciones cuestionaron esa imagen. Si la vida privada del mandatario quedó en entredicho por sus supuestas infidelidades, cada una de sus acciones políticas se diseccionó con ojo crítico. ¿Hombre de paz o soldado de la guerra fría? ¿Idealista o pragmático?
El persistente sensacionalismo fue distorsionando su figura, y los enigmas en torno a su magnicidio alimentaron teorías conspirativas. De lo que no cabe duda es de que Kennedy, uno de los presidentes más carismáticos del siglo xx, simbolizó un nuevo modo de hacer política. Su legado ha seguido inspirando, de una forma u otra, a distintos inquilinos de la Casa Blanca.