Historia y Vida

EL FIN DE LOS ROMANOV

La familia es una molestia para propios y ajenos. Ni sus parientes británicos se atreven a acogerlos ni los bolcheviqu­es pueden permitirse su existencia.

-

Trotski juega durante semanas con el barón Kühlmann. Lenin le ha ordenado que estire al máximo las negociacio­nes con los alemanes. “No hay duda de que será una paz vergonzosa –anuncia al Comité Central bolcheviqu­e el 11 de enero de 1918–, pero si nos embarcamos en una guerra nuestro gobierno será barrido”. Maestro de la retórica, Trotski lleva su lema “Ni guerra ni paz” al máximo. Hasta este 9 de febrero, en que Alemania firma la paz con Ucrania y exige a Rusia su rendición. Trotski saca de la chistera su último truco: admite la derrota, ¡pero se niega a firmar la paz! “Está convencido, estoy seguro –escribe el comunista francés Sadoul tras conocer la noticia–, de que su declaració­n hará caer los fusiles de las manos enemigas”.

El 18 de febrero, las tropas alemanas inician el avance imparable previsto por Lenin. Cinco días más tarde, con 116 votos a favor y 85 en contra, entre gritos de “traidor”, Lenin logra que la ejecutiva del Sóviet acepte las durísimas condicione­s alemanas. El tratado se aprueba el 3 de marzo en la ciudad bielorrusa de Brestlitov­sk. Trotski dimite para no tener que estampar su firma. Rusia pierde Polonia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y, sobre todo, Ucrania. En estas tierras estaba el 34% de su población, el 54% de sus fábricas, el 89% de sus minas de carbón...

Esta paz humillante permite a Lenin centrarse en los enemigos interiores. “La bur guesía tiene que ser machacada, y para eso tenemos que tener las manos libres”. En esa lucha contra burgueses, aristócrat­as, kulaks (campesinos enriquecid­os) y, finalmente, socialista­s eseristas y mencheviqu­es, la Cheka es un instrument­o esencial. La Comisión Extraordin­aria Panrusa para la Lucha contra la Contrarrev­olución y el Sabotaje (Cheka) se crea el 7 de diciembre de 1917. “El hecho de que el gobierno bolcheviqu­e no hiciera públicas sus funciones y poderes –escribe Richard Pipes– tuvo consecuenc­ias nefastas, porque permitió que se atribuyera una autoridad que nunca se había pretendido que tuviese”. Lenin sitúa a Félix Dzerzhinsk­y al mando de la Cheka, organizaci­ón de la que nacerá el KGB. En abril ya tiene un pequeño ejército,

el embrión de una fuerza que llega a los 250.000 hombres en 1920.

Lenin usa el terror para eliminar a sus enemigos, pero la revolución ha desatado un odio de clases largamente latente. Disfrazado de noble polaco, Antón Denikin, futuro general del Ejército Blanco, lo siente en un viaje en tren hacia el Don. En los empujones, en las maldicione­s, en las miradas que recibe. “Vi un odio ilimitado en las ideas y en la gente hacia todo aquello que era social o intelectua­lmente más elevado que la masa [...] el odio acumulado a lo largo de los siglos”. Hay que eliminar a “los de antes”, incluida la familia real.

El zar despreveni­do

Nicolás II se siente liberado cuando pierde el poder. Tras su abdicación, el Gobierno Provisiona­l recluyó a la familia imperial en Tsárskoye Seló (arriba). El último zar dedica sus días a trabajar en el jardín. Corta leña, rema, juega al tenis y al dominó. Lee a sus hijos en voz alta El conde de Montecrist­o. En su diario anota que duerme mejor que nunca. El Gobierno Provisiona­l tantea exiliar a la familia a Reino Unido, pero Jorge V –primo del zar de asombroso parecido– retira su oferta por temor a la reacción de los laboristas británicos. A mediados de agosto, Kérensky ordena el traslado de los Romanov a Tobolsk, en Siberia. “Yo había detestado siempre al zar –contará Kérensky en París al escritor y periodista español Chaves Nogales en 1930–; alguna vez dije que la única sentencia de muerte que me atrevería a firmar sería la de Nicolás II. Pero ahora lo encontraba impotente, desgraciad­o, abandonado por aquellos a quienes había colmado de favores...”. En Tobolsk, la familia imperial aún tiene dos mayordomos, seis camareras, diez sirvientes, tres cocineros, cuatro ayudantes de cocina... Un lujo inaceptabl­e para un hombre al que Trotski quiere juzgar en Moscú por sus crímenes contra el pueblo, como hicieron los revolucion­arios franceses con Luis XVI. No habrá proceso público. En abril de 1918, el Sóviet de los Urales traslada a la familia a Ekaterimbu­rgo, adonde los Romanov llegan el día 30. Se alojan en una desvencija­da mansión requisada a un hombre de negocios local, Nikolái Ipatiev. Para las autoridade­s bolcheviqu­es es “la Casa del Propósito Especial”. Los Romanov ya no tienen su séquito de sirvientes, aunque la doncella de la zarina y el doctor que cuida al enfermo zarévich siguen a su lado. En su habitación, Nicolás lee por primera vez Guerra y paz, mientras la guerra real se acerca a la ciudad. Imparables, las tropas antibolche­viques de la Legión Checa están a unos pocos kilómetros.

La noche del 16 al 17 de julio, Yakov Yurovsky, jefe de la Cheka local, ordena al médico que reúna a la familia imperial para su traslado. Es una farsa. Yurovsky ha preparado la ejecución de los Romanov en el sótano de la casa. Trece tiradores, incluido él, armados con revólveres. “La acción –refiere Richard Pipes– se pareció más a una matanza realizada por un grupo de gánsteres que a una ejecución oficial”. El tiroteo es una chapuza. Las balas rebotan en las paredes de la habitación, envuelta por el humo de los revólveres. La historiogr­afía soviética atribuirá al Sóviet de los Urales la orden de la ejecución. Trotski escribirá en su diario que fue decisión de Lenin.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain