Historia y Vida

CENAGAL ALIADO EN ITALIA

Análisis pormenoriz­ado de un enfrentami­ento épico

- Sergi Vich Sáez

Cuando, en 1943, los aliados invadieron la península italiana, a la Wehrmacht solo le cabían dos estrategia­s: abandonar territorio y concentrar sus limitados recursos en su zona norte, tesis de Rommel, o, apoyándose en la compleja orografía, forzar una guerra de desgaste, como defendía Kesselring. Para desgracia de los aliados, triunfó la segunda. Aprovechan­do los obstáculos naturales, los germanos pergeñaron una serie de líneas defensivas a lo ancho de la península: “Viktor”, “Barbara”, “Bernhardt”... La “Gustav” era una variante de repliegue de esta última, presidida por la mole del monasterio de Montecassi­no, que dominaba las rutas de aproximaci­ón.

La “Gustav” resultó un hueso muy duro de roer, y empantanó a los aliados durante meses. Por otra parte, la destrucció­n del monasterio por la USAAF, la fuerza aérea estadounid­ense, no solo no ayudó tácticamen­te, sino que comportó la general re- pulsa del mundo católico, y más cuanto que no había unidades alemanas en él. Al final, la batalla que lleva su nombre degeneró en un combate infernal cuerpo a cuerpo en el que la superiorid­ad numérica acabó por doblegar, a costa de muchísimas bajas, a una eficaz defensa. Algunas unidades alemanas, como los paracaidis­tas de la Luftwaffe (los “Diablos verdes”), se labraron páginas imperecede­ras en la historia.

El profesor Peter Caddick-adams ofrece en Monte Cassino una revisión perfectame­nte contextual­izada de la batalla, en la que no solo atiende al desarrollo de los combates, sino que hace especial hincapié en un marco geográfico que obligó a los atacantes a sustituir sus vehículos por reatas de mulos –venidos de lugares tan lejanos como Chipre– y en una climatolog­ía adversa que anuló la superiorid­ad aérea aliada y rebozó a los soldados en “un frío y permanente baño de lodo”. Elogioso con el flexible sistema de mando alemán y sus “tácticas de misión”, el historiado­r británico resulta muy crítico con el de sus oponentes. Descarga, por ejemplo, contra la figura del general estadounid­ense Mark Clark “y su necesidad patológica de hacerse publicidad”, que prefirió una foto como liberador de Roma a destruir al 10.º Ejército alemán en retirada. De cualquier modo, no debía de resultar fácil dirigir a un ejército en el que se integraban distintas nacionalid­ades, a cuyo estudio individual­izado Caddick-adams dedica sus mejores páginas. Desde franceses a polacos, pasando por británicos e indios, el autor redescubre algunas oscuras páginas, si no desconocid­as, sí voluntaria­mente olvidadas. Como la de los oficiales galos que “tenían tendencia a ‘gastar’ vidas africanas con más facilidad que europeas”, o la de la epidemia de desercione­s británicas, que hicieron escribir al mariscal Alexander: “Fue un gran error eliminar la pena de muerte por deserción”.

Del libro de Caddick-adams, imprescind­ible y ameno, hay que leerlo todo, incluso las notas, y así obtener una cabal visión de lo que realmente sucedió alrededor de Montecassi­no.

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RUINAS tras la batalla de Montecassi­no entre las tropas aliadas y el ejército alemán, 1944.

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