JOYAS DE LA INGENIERÍA
La carrera para incrementar la velocidad y la seguridad.
Desde luego que constituían grandes logros tecnológicos. Eran necesarios equipos monumentales para diseñar y construir semejantes ciudades sobre el mar. Y la investigación para incrementar la velocidad de los transatlánticos, reducir los accidentes y proporcionar un creciente confort a los pasajeros fue capital. Estas naves colosales llegaron a definir el estatus de una nación hasta tal punto que muchos gobiernos subvencionaron a las navieras con tal de no perder su posición. La Blue Riband, la “cinta azul”, premio que reconocía al transatlántico más rápido en cruzar el océano, espoleó la rivalidad no ya entre compañías, sino entre países. Por la velocidad se innovó en los tipos de motor, de hélice (cuyo diseño se mantenía a menudo en secreto), de casco o de combustible. Cada accidente por colisión o incendio impulsaba a buscar formas de obtener barcos más seguros. La madera de las estructuras se vio sustituida sucesivamente por el hierro forjado, el acero inoxidable y el aluminio, que además reducían drásticamente el peso de los buques. En cuanto a los interiores, de las inflamables paredes revestidas de madera y tejidos se pasó al lacado, al metal y a la hoja de vidrio. En 1934, tras el incendio de un crucero, Estados Unidos impuso un estándar antiincendios que pronto replicaron las navieras de todo el mundo. Los ingenieros invirtieron también grandes esfuerzos en mejorar los sistemas de estabilidad de los buques para minimizar los balanceos, e implementaron sistemas de refrigeración para contar con alimentos frescos a bordo.