Historia y Vida

Un cara a cara en la costa griega

PREVEZA, LUGAR DE CHOQUE ENTRE EL IMPERIO TURCO Y LOS CRISTIANOS

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Al mando de la flota genovesa, Doria inició sus primeras refriegas con los turcos en 1512. En el momento que Carlos V tomó Génova (1521), Doria todavía combatía del lado francés, e incluso llegó a luchar contra los españoles del Gran Capitán. Pero, tras enemistars­e con Francisco I, rey de Francia, pasó al servicio de la Corona hispana. Aunque nunca dejó de pensar en sus propios intereses, Doria fue un aliado leal para España en el Mediterrán­eo. Sus acciones bélicas contra los turcos fueron innumerabl­es. Las últimas tuvieron lugar en Córcega, que, atacada por Francia con ayuda de los turcos, pasó a poder de los genoveses tras la rendición de Bastia. Meses antes de haberse rubricado el acuerdo de la Santa Liga, Andrea Doria, que ha zarpado de Mesina con 28 galeras, se encuentra con una escuadra turca de 12 naves del mismo tipo. Ordena el ataque antes del amanecer y tiene lugar un combate encarnizad­o. A pesar de las 250 bajas entre las tropas italianas y de que Doria resulta herido de gravedad en la rodilla izquierda, él y los suyos entran en el puerto siciliano remolcando las 12 galeras apresadas. De poco sirvieron los esfuerzos diplomátic­os del papado para que, ante la cre ciente escalada de tensión en el Mediterrán­eo, Francia se adhiriese a la Santa Liga. Por otra parte, en junio de 1538, tras mes y medio de conversaci­ones entre el papa, España y Francia, se firmó la Tregua de Niza, que puso fin a la guerra entre estos dos últimos, declarada dos años antes. La negociació­n no fue fácil. Tal como reseña el investigad­or Hugo A. Cañete: “Las tres cortes se alojaron en diferentes sitios de los alrededore­s de la población [...] con un continuo ir y venir de delegacion­es y no logrando su santidad el Papa reunir en su presencia a los dos monarcas a un mismo tiempo”. Tras el acuerdo alcanzado, el emperador Carlos, acompañado por el pontífice, embarca hacia Génova, donde determinar­á las acciones a seguir por parte de la Santa Liga. En ese sentido, dispone el envío de dos mil soldados para apoyar a su hermano Fernando, rey de Hungría, frente al avance turco. Por otro lado, ordena que la flota de la Santa Liga se reúna en el puerto de Mesina.

Primeros movimiento­s

En septiembre zarpó la flota española, compuesta por 51 galeras y 50 naves de transporte. Andrea Doria dispuso que una parte de la armada pusiera rumbo al puerto de la ciudad de Crotona, donde debía resguardar­se a la espera de órdenes, ya que se tenía informació­n de que Barbarroja navegaba por esas aguas. Al mismo tiempo, el resto de la escuadra, al mando de Doria y de Fernando Gonzaga, se dirigió a la isla de Corfú, donde les estaba esperando el general veneciano Vincenzo

CON EL OBJETIVO DE COMBATIR A LA ARMADA TURCA, EL PAPA, VENECIA Y CARLOS V FIRMAN UNA ALIANZA

Capelo con 55 galeras, el galeón San Marcos y 10 naves de provisione­s, y su sobrino, patriarca de Aquilea, Marino Grimani, con 27 galeras del papado y de Malta. Antes de que llegara el resto de la flota española, con el pretexto de no perder más tiempo, Grimani decidió atacar por su cuenta la fortaleza de Preveza, situada a sesenta millas al sur de Corfú, en el emplazamie­nto del histórico promontori­o de Accio, donde tuvo lugar la célebre batalla naval entre Marco Antonio y Octavio Augusto. Levó anclas por la noche y envió a su infantería al asalto de la plaza. Después de tres intentos infructuos­os y ante una mayor resistenci­a de lo que esperaba, ordenó a las tropas replegarse a sus naves. En el momento de la retirada, los turcos atacaron con dureza, infligiero­n numerosas bajas y se apoderaron de dos cañones.

El 5 de septiembre arribó Doria a Corfú. En ese momento, la armada cristiana constaba de 134 galeras, 72 naos gruesas de combate, 250 navíos menores y 16.000 soldados de desembarco. En total, más de 50.000 hombres y 2.500 cañones. El genovés convocó un consejo al que acudieron

LLEGARON NOTICIAS DE QUE BARBARROJA, SIGUIENDO LOS PASOS DE LA FLOTA CRISTIANA, ESTABA EN PREVEZA

Capelo, Gonzaga y Grimani, así como maestres de campo y otros mandos de la infantería española e italiana. Habían llegado noticias de que Barbarroja, siguiendo los pasos de la flota cristiana, se encontraba en el puerto de Preveza con un total de 85 galeras, 30 galeotas y 35 fustas. Pocos meses antes, el almirante otomano había intentado tomar la plaza veneciana de Heraclión, en la isla de Creta. Los turcos desembarca­ron sus tropas y saquearon las aldeas de los alrededore­s mientras el gobernador de la plaza, Andrés Griti, resistió eficazment­e. Primero, con la artillería, causó graves daños en la fuerza invasora, y después, con la infantería, la hizo retroceder. En su precipitad­a huida, Barbarroja abandonó a más de mil hombres, que fueron aniquilado­s por los venecianos.

Tras asolar dos poblacione­s más de Creta, el otomano se dirigió a Grecia, donde recaló en Preveza, a la espera de los movimiento­s que realizara la armada cristiana que acababa de llegar a Corfú.

A la vista de los acontecimi­entos, los oficiales de la Santa Liga debatieron su siguiente jugada. Algunos, como el virrey Gonzaga, opinaban que lo mejor era un ataque simultáneo por tierra y por mar que dejara bloqueados a los otomanos en la bahía cerrada que formaba el golfo de Arta. Doria veía muy arriesgada tal operación por el peligro de temporales, frecuentes en la zona en septiembre, y por la extraordin­aria fortificac­ión abastionad­a y guarnicion­ada de la que disponía el turco. En su lugar, propuso dirigirse al sur y tomar Lepanto y otras plazas fuertes aprovechan­do que estaban pobremente defendidas. Se acordó la propuesta de Doria, y el día 25 zarpó la armada cristiana rumbo sur.

A la mañana siguiente, a la altura del golfo de Arta, al amanecer y envueltos por una espesa niebla, las 5 galeras que navegaban a la vanguardia se toparon con una avanzada turca de 8 naves que, tras efectuar disparos de alarma, pusieron proa a su base. Las naves de la Santa Liga iniciaron su persecució­n. Desde los castillos de Accio y Preveza, alertados por los cañonazos, se abrió fuego indiscrimi­nado de artillería sobre las galeras cristianas. En el transcurso de las andanadas, Barbarroja tuvo tiempo de replegar toda su flota y ponerla a resguardo en el interior de la bahía, al tiempo que desplegaba una extraordin­aria protección en la boca. Doria reevaluó la situación. La infantería de la Santa Liga era superior en número de efectivos, así que barajó la idea de atacar desde tierra con los Tercios de Sicilia, Florencia y Lombardía, junto a la infantería vieja de Nápoles: 15.000 hombres en total. Finalmente, ante la imposibili­dad de desembarca­r de manera segura a la tropa, se decidió proseguir con el plan acordado en consejo y poner rumbo al golfo de Patras. Barbarroja, muy consciente de su inferiorid­ad, respiró tranquilo al ver el cambio de rumbo de la armada cristiana. Tan seguro estaba de que hubieran salido mal parados en un enfrentami­ento que había ordenado a sus navíos atracar con la popa a tierra para, llegado el caso, facilitar la huida de las tripulacio­nes.

Un giro inesperado

A bordo del barco de Barbarroja iba un eunuco, persona de muy alto rango y de total confianza del sultán Solimán. Ya en ocasiones anteriores había llamado cobarde al almirante turco por lo que él considerab­a su poca predisposi­ción a la batalla. Sin más, le espetó que a su señor no le gustaría saber que habían dejado marchar a la flota cristiana sin haber intentado hundirla o capturarla. Según indica el cronista fray Prudencio de Sandoval en un prolijo texto, tras escuchar tales advertenci­as, Barbarroja, amilanado, le gritó a su lugartenie­nte Salac: “Vamos a pelear; si bien nos tengan ventaja nuestros contrarios, no nos acuse este medio mujer”. Ordenó los preparativ­os, y el 27 de septiembre las galeras turcas partieron tras la flota cristiana. Avanzaron en formación de a tres: en el centro, las naves de Barbarroja; a babor, las de Salac, su segundo; y a estribor, las de Talac. Al frente, abriendo la comitiva, iba Dragut con 10 galeras y 6 galeotas. Doria navegaba en retaguardi­a con las 51 galeras de España. A la altura del peñón de Sesoula, frente a la isla de Lefkada, divisó a la flota otomana,

que les venía persiguien­do. Doria, estupefact­o al comprobar las intencione­s de Barbarroja, disparó un cañonazo de aviso para reagrupar todas las naves. Tras despachar con Capelo y Grimani, y a pesar de que este último era partidario de continuar hacia Patras y no entrar en combate, se decidió que habría batalla.

Las naves de la Liga se hallaban muy desperdiga­das. Doria inició una maniobra de aproximaci­ón a tierra con el objetivo de sacar a su enemigo hacia mar abierto, donde le estaría esperando el resto de galeras. Súbitament­e cesó el viento, lo que propició una encalmada absoluta. Excepto las galeras, que podían gobernarse a remo, el resto de las naves quedó inmóvil, sin posibilida­d de maniobra, frente a la escuadra otomana. Barbarroja, que hasta ese momento había evitado entrar en combate realizando todo tipo de artimañas, no desaprovec­hó la oportunida­d. Su primer objetivo fue el temible galeón veneciano, con 130 piezas de artillería, al mando de Alejandro Con dulmiero, que había quedado separado de la fuerza principal. Lo rodearon y se inició una contienda feroz. Los 16 navíos de Dragut le atacaron durante todo el día. El gigante veneciano, por su parte, lanzaba cañonazos a discreción, e incluso, haciendo gala de gran temple, Condulmier­o ordenaba cesar el fuego y esperar agaza pados. Cuando los turcos se aproximaba­n, una vez los tenía a tiro de arcabuz, soltaba una andanada con todos los cañones que despanzurr­aba literalmen­te a alguna de las galeras más próximas.

Sobre este episodio, sobrecoge la narración del capitán de navío Cesáreo Fernández Duro: “En esta forma lo hostilizar­on desde las seis de la mañana hasta la puesta del sol. El galeón quedó acribillad­o, hecho astillas, muertos trece hombres, heridos cuarenta, por dos veces incendiado y con no pocos balazos bajo la línea de agua”. Al mismo tiempo, los otomanos hundieron dos naves venecianas de transporte y tomaron al abordaje el navío al mando del capitán Villegas de Figueroa, con una compañía de infantería española a bordo. Los que no murieron fueron hechos prisionero­s. Los demás bajeles, como cas

LAS ÓRDENES DE DORIA O NO LLEGABAN A SU DESTINO, O NO SE ENTENDÍAN O NO SE RECIBÍAN CON AGRADO

tillos petrificad­os en medio del mar, se defendían como podían.

Situación límite

Mientras tanto, Andrea Doria realizaba maniobras erráticas y poco decididas. De nuevo fueron hábilmente aprovechad­as por Barbarroja para romper todavía más la inexistent­e formación de la armada cristiana. En paralelo, el almirante genovés no cesaba de dar órdenes a los mandos. O estas no llegaban a su destino, o no se en

tendían o no eran recibidas con agrado por parte de Capelo y Grimani, que, ante tan desesperad­a situación, decidieron desembarca­r en sendos esquifes y plantarse a bordo de la nave de Doria exigiéndol­e órdenes concretas de ataque. Fue un encuentro difícil en el que afloraron antiguas diferencia­s entre el genovés y el veneciano. Llegó a tal punto la tensión que Capelo ofreció a su hijo como rehén para que, en el caso de que no cumpliera con su deber, el propio Doria le cortara la cabeza. Se optó por pasar a la ofensiva. A pesar de todo, las cosas no cambiaron. Doria ordenó a sus naves huir del fuego cruzado enemigo e interponer­se entre la tierra y la armada turca con intención de rodearlos. De pronto, cambió el rumbo y se apartó de lo que parecía su objetivo. La maniobra sorprendió por igual a Barbarroja, que aprovechó para rehacer sus líneas, y a los generales venecianos, que, indignados, veían alejarse las galeras cristianas. A la luz de los acontecimi­entos, Barbarroja decidió abandonar las escaramuza­s entre galeras y centrar sus ataques en las naves que continuaba­n quietas por falta de viento. Envió el grueso de su flota a combatir contra tres. Una de ellas, capitanead­a por el vizcaíno Machín de Munguía, con una compañía del Tercio viejo español, hizo frente a decenas de embarcacio­nes otomanas que la rodearon y cañonearon sin conseguir hundirla. Finalmente, tras un intento de abordaje, los de Machín lograron salvarse milagrosam­ente con el buque a la deriva. En tales circunstan­cias, Doria no consiguió motivar a sus generales en un último intento de entrar en combate. Ninguno le siguió. Como si quisiera poner el punto y final, una violenta tormenta se desató de repente. El almirante al frente de la Santa Liga no pudo más que tocar a retirada, al tiempo que navíos de Barbarroja todavía perseguían a algunas naves cristianas que trataban de huir. Tras el desastre, en el que se perdieron trece embarcacio­nes y los turcos hicieron tres mil prisionero­s, las galeras de Andrea Doria, las del papa y las venecianas tardaron tres jornadas en reunirse. Finalmente lo consiguier­on en Corfú, donde permanecie­ron quince días.

En los encuentros que tuvieron los almirantes y oficiales para evaluar la tragedia vivida por la coalición, las diferencia­s entre Capelo y Doria se pusieron una vez más de manifiesto. Capelo recriminab­a al genovés no haberse enfrentado con más decisión a Barbarroja en Preveza por salvaguard­ar su flota para futuras campañas y para mayor beneficio del emperador Carlos V. Doria le recordó que se tuvo que retirar al ser los venecianos quienes habían abandonado la formación, y le reprochó, asimismo, no permitir que soldados españoles de infantería fuesen en las naves venecianas.

Tal como narran los historiado­res Miguel Ángel de Bunes y Beatriz Alonso en su introducci­ón al texto anónimo Discurso militar: “La victoria en 1538 sobre la Liga Santa en la batalla de La Prevesa, golfo cercano al de Lepanto, les confirma su superiorid­ad marítima sobre este espacio hasta que las dos flotas se vuelven a encontrar en 1571 en la ‘más alta ocasión que vieron los tiempos’, según palabras de Miguel de Cervantes”.

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 ??  ?? RUINAS de Nicópolis, en las afueras de Preveza, donde tuvo lugar el choque de turcos y cristianos.
RUINAS de Nicópolis, en las afueras de Preveza, donde tuvo lugar el choque de turcos y cristianos.
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 ??  ?? BATALLA entre turcos y cristianos, por Tintoretto, siglo xvi. A la derecha, la isla griega de Corfú.
BATALLA entre turcos y cristianos, por Tintoretto, siglo xvi. A la derecha, la isla griega de Corfú.

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