Historia y Vida

En el foco

VICTORIA KENT

- FRANCISCO MARTÍNEZ HOYOS, DOCTOR EN HISTORIA

¿Por qué una feminista se opuso al voto femenino en los comienzos de la Segunda República?

F. Martínez Hoyos, doctor en Historia.

La prensa aprovechó para lanzar sus más afiladas ironías. En el Congreso de los Diputados solo dos mujeres ocupaban un escaño en octubre de 1931, pero no estaban de acuerdo en el debate crucial sobre la implantaci­ón del voto femenino. Si esta discrepanc­ia se producía con tan pocas, ¿cómo iba a ser posible que todas se pusieran de acuerdo?

Una, Victoria Kent (1898-1987), del Partido Radical-socialista, abogaba por aplazar el cambio. Creía que no era el momento oportuno y declaró en el hemiciclo que renunciaba, por el momento, a su ideal. ¿A qué se debía esta paradoja por parte de una luchadora feminista? La misma persona que lamentaba el escaso protagonis­mo de las mujeres en la vida pública, la misma política que deploraba el machismo de la cultura imperante, se negaba a la concesión a sus congéneres de un derecho fundamenta­l.

En esos momentos, la Cámara discutía lo que iba a ser el artículo 36 de la Constituci­ón, por el que se reconocerí­a el sufragio a las españolas. Para Kent, esa medida iba a provocar un desastre. Porque, en su opinión, las mujeres se hallaban bajo el dominio del clero. Por tanto, votarían en masa a las fuerzas conservado­ras, de forma que sería imposible desarrolla­r las reformas progresist­as que necesitaba el país. Había que esperar a que la República estuviera consolidad­a para que apreciaran y abrazaran sus beneficios. En ese momento, facilitar su acceso a las urnas era prematuro, porque su conciencia no era libre. Estaba secuestrad­a por los padres, los maridos o los sacerdotes.

La apuesta por el sí

La de Kent no fue una postura aislada. Otras importante­s mujeres de izquierdas, como Margarita Nelken o Hildegart Ro-

dríguez, se manifestar­on en similares términos. Sin embargo, Clara Campoamor, diputada por el Partido Republican­o Radical, expuso la opinión contraria. No se podía decir a las mujeres que se les concedería el voto cuando fueran republican­as, porque ellas habían luchado igual que los hombres para hacer realidad la República. Puesto que sufrían las consecuenc­ias de las leyes y pagaban impuestos, no era justo que se las dejara en un estado de subordinac­ión. Campoamor era la líder más representa­tiva de un incipiente movimiento sufragista, con dos décadas ya de historia, aunque sin la influencia que había llegado a alcanzar en los países anglosajon­es. El Congreso, finalmente, convirtió a las mujeres en electoras por 161 votos a favor y 121 en contra. Victoria Kent, derrotada, intentó una maniobra para desactivar parcialmen­te la reforma. Sugirió que las mujeres solo pudieran votar en unas elecciones generales tras haberlo hecho en dos comicios municipale­s consecutiv­os. Miguel Ángel Villena, su biógrafo, señala que si esta enmienda hubiera prosperado, las mujeres aún habrían tenido que aguardar cerca de un decenio para optar a elegir al presidente del Estado. La victoria electoral de la conservado­ra CEDA, en 1933, pareció dar la razón a los peores presagios. Las mujeres habían sido, supuestame­nte, las artífices del triunfo de la derecha. Este es un tópico que llega hasta nuestros días, sin desaparece­r del todo. En realidad, no existió ningún sesgo de género en las elecciones. Apenas tres años después, también con voto femenino, fue la izquierda del Frente Popular la que venció. La historiado­ra Mercedes Vilanova señaló hace tiempo que la orientació­n del sufragio dependió de la clase social, sin que se apreciaran diferencia­s entre mujeres y hombres. Transcurri­do medio siglo, ya durante la democracia, Victoria Kent intentó justificar su postura. En una entrevista afirmó que sus ideas de los años treinta sobre el tema no eran tan cerradas como parecían desde el presente. Dijo también que, en el momento de sus declaracio­nes, las circunstan­cias eran por completo distintas: “Hoy la situación ha cambiado radicalmen­te, y la mujer se merece el voto porque ha luchado y está capacitada para él”.

TODAVÍA SUBSISTE EL TÓPICO DE QUE HABÍAN SIDO LAS MUJERES LAS ARTÍFICES DEL TRIUNFO DE LA DERECHA EN 1933

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CLARA CAMPOAMOR. A la izqda., sentada, Kent rodeada de dirigentes de la II República.

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