Historia y Vida

LOS #METOO DEL HOLLYWOOD DORADO

Estrellas de la fábrica de sueños como Marilyn Monroe, Maureen O’hara o Judy Garland denunciaro­n el acoso sexual de los jefes de los grandes estudios en una época en la que el abuso de poder y el silencio eran la norma.

- MARIA DEL MAR GALLARDO, PERIODISTA

Lo bueno de comprarle comida a un hombre es que no tienes que reírle sus gracias. Imagina que fueras un pez gordo, como un director de casting. Te estaría mirando embobada y diciendo: ‘Sí, señor importante, no, señor importante, ¿no me diga, señor importante?, ¡señor importante, eso es mi rodilla!”. Veronica Lake en Los viajes de Sullivan (Preston Sturges, 1941). Años cuarenta. Época dorada de Hollywood. Veronica Lake interpreta a una actriz en ciernes harta del trato con los magnates de la industria para conseguir un papel en una película. En su primera aparición en Los viajes de Sullivan, el director y guionista Preston Sturges coloca en el guion una sutil pero clara referencia al por aquel entonces ya conocido abuso de poder de muchos productore­s para con las jóvenes actrices que querían abrirse camino en la meca del cine.

El acoso sexual no es nada nuevo en Hollywood. Su existencia se remonta hasta el nacimiento de la propia industria, y ya en los años treinta la prensa empezó a referirse a ello con la expresión “casting de sofá” (casting couch), aún utilizada hoy en día. Lamentable­mente, las habitacion­es de hotel a las que Harvey Weins

tein invitaba a las actrices para pasar una última “prueba” antes de firmar un contrato no tenían nada de original al lado de los despachos de titanes del cine clásico como Darryl F. Zanuck (Twentieth Century Fox), Louis B. Mayer (MGM) o Harry Cohn (Columbia Pictures). En 1956, un especial en la revista Picturegoe­r titulado “Los peligros del negocio del espectácul­o” exponía las perversida­des del casting de sofá y cuán comúnmente se daba en los despachos de los ejecutivos de Hollywood. El reportaje contaba con los testimonio­s de cuatro actrices británicas que narraban cómo se les había exigido favores sexuales a cambio de hacer avanzar su carrera. Eran Joy Webster, Dorinda Stevens, Anne Heywood y Marigold Russell. Ninguna de las cuatro ha pasado a la historia por su trabajo en la gran pantalla, pero su alegato es probableme­nte una de las pocas denuncias explícitas sobre el acoso sexual en el cine hechas en esa época.

Las amenazas a sus carreras, la vergüenza y la humillació­n, el miedo a que no las creyeran y la presión de una sociedad que cosificaba a la mujer y daba por hecho su inferiorid­ad en el trabajo hicieron del casting de sofá un secreto a voces durante décadas. Han tenido que pasar años de agresiones sexuales normalizad­as por los medios y por las bromas dentro de la misma industria antes de que las actrices al zaran su voz, dijeran basta y se unieran en una denuncia colectiva bajo el lema “Me Too” (“A mí también”).

El caso Weinstein ha abierto la caja de pandora en la meca del cine. De su interior también han salido los trapos sucios de antaño, revelados por nombres del cine clásico como los de Rita Moreno y Jane Fonda, que por primera vez han hablado abiertamen­te del tema. Antes de ellas, sin embargo, antes del Me Too y del Time’s Up, hubo una serie de actrices de la edad dorada de Hollywood que, en lo alto de su carrera o más tarde en sus memorias, decidieron romper el silencio en torno al acoso sexual. A continuaci­ón citamos a algunas de ellas.

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