Todo está en el monolito
Durante años, 2001: Una odisea del espacio ha tenido fama de ser una película de difícil interpretación. Sin embargo, un visionado atento (¡ojo, spoilers!) permite identificar el monolito como el gran símbolo que articula el discurso de toda la cinta en cuatro etapas distintas:
EN LA PRIMERA PARTE vemos el inicio de la humanidad. Los monos encuentran el primer monolito, que miran con miedo y reverencia. Procedente probablemente de una civilización superior de origen extraterrestre, el monolito dota a los monos de una inteligencia que da inicio a la “era de las herramientas”, origen de nuestra civilización.
EN 1999, EL
HOMBRE descubre un monolito enterrado en la Luna que, repentinamente, emite una señal acústica. El monolito sirve, pues, para advertir a sus creadores de que el ser humano ya ha desarrollado la tecnología suficiente para viajar por el espacio.
EN 2001, LA NAVE Discovery viaja a Júpiter en una misión secreta que solo HAL 9000 conoce. Tras el enfrentamiento con la máquina, el astronauta Bowman halla el tercer monolito flotando en la órbita de Júpiter. Descubrimos que el monolito anterior era, en realidad, un señuelo para que Bowman llegara hasta allí. El nuevo monolito absorbe al astronauta, que a continuación viaja a través del infinito espacial. Así, descubrimos que el monolito es también un portal a otras dimensiones.
BOWMAN LLEGA a través de ese portal a una habitación de hotel, en la que escenificará el envejecimiento y finalmente la desaparición de la raza humana. El monolito que se yergue ante su cama lo transforma en el embrión de una nueva especie, que puede viajar a través del espacio, rumbo a la Tierra, sin necesidad de nave espacial. El final es, pues, un nuevo principio.