Ángel Viñas
Detrás de este libro hay un proceso de indagación verdaderamente detectivesco. ¿Le resultó muy diferente de otras investigaciones anteriores?
Sí, porque no he investigado jamás un asesinato. Mis trabajos previos sobre el caso Balmes lo rozaron, pero sin entrar en profundidades. Ahora bien, cuando Miguel Ull dictaminó que la supuesta autopsia que se practicó al general fue un mero camelo, la dificultad consistió en cómo diseñar una narrativa que “agarrase” al lector y que situara el asesinato en su contexto. Al final optamos por un enfoque estilo flashback, yendo de delante hacia atrás. Hoy puede parecer baladí, pero no lo fue en absoluto durante más de un año. La inspiración me vino en enero de 2017. Y, en ese instante, el asesinato como culminación del proceso conspirativo de Franco fue la única alternativa, con el énfasis puesto en el Dragon Rapide, gracias a los profundos conocimientos de vuelo y de los aeródromos en cuestión de mi primo hermano Cecilio.
En el libro dejan claro que el hecho de que Balmes no secundara la rebelión no significa “que se tratara de un republicano delirante”. ¿Se limitaba a cumplir con su deber?
Era, en nuestra opinión, un militar profesional y un anticipo del servidor público moderno. Leal al poder legalmente constituido y con un acendrado sentido del honor.
Estando documentada la ejecución sumaria de tantos militares por no secundar la rebelión del 36, ¿cuáles eran las razones para ocultar este asesinato?
Se lanzó la especie del accidente el mismo día del asesinato. Después iba a ser muy difícil dar marcha atrás. Claro que, por poder, podría haberse hecho, pero ello hubiera equivalido a poner su asesinato en el debe de Franco, “el primer soldado de España”. Un poco difícil de digerir para el ya endiosado Caudillo. Con el asesinato pasa lo mismo que con el Franco que gana dinero durante la misma guerra y que continuaría utilizando artilugios algo más que de dudosa moralidad. El espejo de los soldados españoles, ¿asesino y ratero? No. Eso no cabía en ninguna cabeza.