LA MALDICIÓN DEL POBRE
Un caso de infanticidio en la Irlanda del siglo xix
Hanna Kent se dio a conocer hace cuatro años con Los ritos funerarios (Alba, 2014), un drama histórico con toques de suspense que recreaba la historia de Agnes Magnúsdóttir, una granjera acusada de matar a dos hombres en 1828 y que se convirtió en la última persona en morir decapitada públicamente en Islandia. En Los Buenos, la escritora australiana sigue una estrategia narrativa parecida. En esta ocasión, el suceso real en el que se inspira es un caso de infanticidio ocurrido en Irlanda en 1826. Nance Roche, una anciana curandera que ejercía en un aislado valle de la provincia de Munster, fue acusada de matar a un niño enfermo ahogándolo en un río. Lo singular del caso fueron los motivos del asesinato: la curandera quería “curar” al niño expulsando al duende que tenía dentro. Ese “duende” es uno de los Buenos, criaturas mágicas del folclore irlandés que, como relata Kent en la novela (y detalla al final en un útil epílogo con bibliografía), estaban muy presentes en la vida cotidiana de las zonas rurales más aisladas. Eran sus “vecinos”, duendes y hadas (sin el cariz infantil que se les atribuye actualmente) que habitaban en un mundo paralelo y tenían la capacidad de influir en aspectos determinantes para la supervivencia de una familia: la salud, la fertilidad, las cosechas, el ganado.
Los Buenos está ambientada, de manera muy vívida y evocadora, en una remota aldea irlandesa, una pequeña comunidad en la que viven tres mujeres: una anciana curandera que sobrevive sola en una choza apartada del pueblo; una granjera que cuida de su nieto enfermo y ha perdido en el mismo año a su hija y su marido; y la sirvienta de esta, una adolescente obligada a separarse de su familia para poder subsistir. Las tres mujeres representan a tres generaciones distintas y tres maneras de relacionarse con las creencias mágicas. La primera cree que el nieto de la viuda es un “niño postizo”, la segunda quiere creerlo para aliviar su carga y su conciencia, y la tercera ni quiere ni se lo puede creer. A través de la lucha por la supervivencia de estas tres mujeres “sin hombres”, la autora reflexiona sobre varios temas: la superstición y sus rituales como forma de enfrentarse a una vida llena de injusticias e infortunios; el choque entre el paganismo y el catolicismo, representado por la llegada al pueblo de un nuevo párroco con intenciones de limpiar el valle de supersticiones; y la extrema vulnerabilidad de un mundo rural que dependía casi exclusivamente de un alimento, la patata, y empezaba a sufrir los efectos de una escasez que se cobraría cientos de miles de vidas entre 1845 y 1849.