Historia y Vida

Cine y televisión

Historia de una familia unida frente al mundo

- Francisco Martínez Hoyos

Hablamos de 1945, Barbara, The Terror, Trust, The Alienist y María Magdalena.

Las dinastías de escritores o artistas son poco corrientes. En España, una de las más célebres es la de los Baroja, en la que han destacado, sobre todo, el novelista Pío y el antropólog­o Julio Caro. Francisco Fuster, un buen experto en historia cultural, traza su trayectori­a desde un ángulo novedoso. No pretende hacer un relato “total”, sino bucear en la intimidad de la familia a partir del modo en que sus miembros se veían a sí mismos. Fuster dedica un capítulo especialme­nte revelador a los domicilios de los Baroja, en los que vivieron juntos, pero no revueltos. Cada cual tenía su espacio propio, decorado según sus gustos. Una de estas casas, la de la calle Mendizábal de Madrid, fue destruida durante la Guerra Civil. El desastre fue tremendo por lo emocional, pero también por la pérdida de valiosos manuscrito­s y obras de arte. No obstante, la casa barojiana por excelencia no fue esta, sino la de Itzea, en Vera del Bidasoa. La escritora Carmen Baroja, hermana de Pío, reflejó en un poema el vínculo por el que ella y sus parientes estaban unidos a este caserón: “Para nosotros, ¡vieja Itzea!, eres acogedora y maternal”.

Geniales y excéntrico­s

Aunque cada miembro de esta peculiar tribu poseyera su propia personalid­ad, todos tenían unos rasgos comunes. El autor los disecciona con la objetivida­d del historiado­r, sin perder por eso una profunda empatía. Ante los tremendos golpes de la vida, como el de la guerra, los Baroja aprendiero­n que solo podían fiarse de su círculo más íntimo. El hogar representa­ba un espacio de protección frente a un mundo hostil. Sabían, por experienci­a, que lo foráneo acostumbra­ba a equivaler a disgustos. La sensibilid­ad y el talento les sobraban; no así la capacidad de adaptación. Los varones, por lo general, tendieron a la soltería. Su carácter difícil no les facilitaba encontrar a otra persona. Julio Caro llegaría a confesar que, por idolatrar a los suyos, no se dio cuenta “de que había nacido en un nido de pájaros raros”.

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BIBLIOTECA de Pío Baroja en la segunda planta de la casa familiar de Itzea (Vera del Bidasoa).

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