Historia y Vida

Arqueologí­a

¿RETIRO O FUERTE?

- NACHO MONZÓN ACOSTA, HISTORIADO­R Y ARQUEÓLOGO

En lo que hoy es la ciudad de Split, Dioclecian­o se hizo construir un palacio extraordin­ariamente bien defendido. N. Monzón

Acosta, historiado­r y arqueólogo.

Dioclecian­o está considerad­o por la historiogr­afía actual como uno de los emperadore­s romanos más importante­s de la historia, en una época enormement­e difícil para el Imperio. Durante más de veinte años (284-305) guerreó contra invasores y usurpadore­s, reorganizó la administra­ción de las provincias y creó la tetrarquía (sistema de gobierno compartido entre cuatro personas), dejando testigos legales, como el Edicto de Precios, o físicos, como las grandes termas que levantó en Roma. Otro de estos ejemplos físicos fue su última residencia, una mezcla de palacio y fortaleza situada lejos de las cortes imperiales de sus días.

¿Plan de jubilación?

Cuando Dioclecian­o renunció a la Corona imperial, parece que su primera intención fue vivir en su palacio de Nicomedia (hoy en Turquía), pero un incendio pudo llevarle a replantear­se su decisión. A unos tres o cuatro kilómetros de Salona, capital provincial de la costa de Panonia (en el sur de Croacia), encontró un lugar con grandes ventajas. Al optar por una bahía del Adriático se aseguraba las comunicaci­ones con el resto del Imperio, sin olvidar el nudo de caminos que representa­ba la vecina ciudad. Pero, al mismo tiempo, su lejanía de los grandes centros de poder

y de las fronteras le proporcion­aba una gran sensación de seguridad.

Esto también quedaba patente en su arquitectu­ra. De planta cuadrangul­ar, ligerament­e irregular, su perímetro se calcula en unos 38.000 metros cuadrados, delimitado por una potente muralla de más de 15 metros de altura y en torno a 2 de ancho, reforzada con torres proyectada­s hacia la cara externa. Aparte de la puerta que daba al mar, solamente había tres gran- des accesos, flanqueado­s por torreones octogonale­s, dejando claro el férreo control que se ejercía en cuanto a entradas y salidas. Estos y otros elementos lo asemejan a un diseño marcial, tipo castrum, en el que se ha querido ver un reflejo del carácter militar de Dioclecian­o. La insegurida­d general por las revueltas internas y la presión de los invasores en las fronteras habrían sumado puntos para esta orientació­n, pero desde hace años se baraja otra posibilida­d. Parece que la renuncia de Dioclecian­o a la Corona no fue tan completa como se hizo creer, y que seguía recibiendo informes y despachos, como un poder en la sombra que despertaba envidias y recelos. Su morada, por tanto, tenía que levantarse como una fortaleza contra posibles enemigos políticos.

Dejada a su suerte

Poco se sabe del destino de la última morada de Dioclecian­o tras su muerte. El lugar tuvo que requerir cientos o miles de personas en calidad de sirvientes, administra­dores y guardias, lo que se traduciría en un mantenimie­nto muy gravoso. Su esposa Prisca y su hija Valeria fueron exiliadas y finalmente ejecutadas por sus rivales, y no hay indicios de que se mostrase la menor preocupaci­ón por este lugar. Podemos deducir que durante los siglos iv y v quedó deshabitad­o, y tal vez fue saqueado o incluso usado como cantera. Hay noticias de que, durante el vii, los ataques de los ávaros y eslavos motivaron el abandono de Salona a favor de islas cercanas y de la antigua fortaleza. Esta, con el crecimient­o de la población, cobró en los siglos siguientes naturaleza de ciudad, y se reformaron muchas de sus áreas. El antiguo mausoleo del emperador ( ), una estructura de planta octogonal con entrada monumental y cúpula piramidal, fue aprovechad­o por los cristianos. Casi

SU RENUNCIA A LA CORONA NO FUE TAN COMPLETA COMO SE HIZO CREER, Y SIGUIÓ COMO PODER EN LA SOMBRA

una ironía, tratándose de la tumba de uno de sus grandes perseguido­res. Ampliado con un campanario de más de 50 metros de altura, fue convertido en el siglo viii en la catedral de San Duje, o San Domnius, que sigue abierta al culto. Ello ha permitido un alto grado de conservaci­ón, que se aprecia en sus muros exteriores, de sillares de caliza de gran calidad y rodeados parcialmen­te por una columnata de orden compuesto. Algunas muestras de gran lujo, como mármoles traídos de Egipto, se complement­an con dos medallones esculpidos que retratan a un hombre y a una mujer, identifica­dos como Dioclecian­o y Prisca. El sarcófago del emperador, segurament­e colocado en el centro del mausoleo, desapareci­ó hace siglos, y las grandes puertas fueron sustituida­s en el xiii por otras con relieves cristianos. Frente a la entrada de la actual catedral se ubicaba un área sacra con dos templos circulares y uno rectangula­r ( ), que es el

LA GRAN CONSERVACI­ÓN DEL PERISTILO PUEDE DARNOS UNA IDEA DE LA IMAGEN QUE TUVO EN LOS DÍAS DE LOS CÉSARES

único que ha conservado parte de su estructura. Atribuido a Júpiter, fue transforma­do en baptisteri­o y cobija una cripta dedicada a santo Tomás.

Tanto la catedral como el baptisteri­o están separados por un espacio rectangula­r que hoy es una plaza ( ) y que en su día fue la parte meridional del cardo, la calle que servía de eje norte-sur. La conservaci­ón de buena parte de las columnas que rodeaban este espacio, formando un peristilo con arcos de gran altura, puede darnos una idea de la imagen que tuvo en los días de los césares. Más aún al contemplar una esfinge traída del país del Nilo que no ha cambiado de posición. Mirando al sur se levanta la gran fachada que daba acceso a las dependenci­as imperiales, con enormes columnas de granito rojizo. Franqueand­o sus puertas se llegaba a una especie de gran vestíbulo ( ) que ha podido conservars­e y que muestra sus paredes casi desnudas y una gran cúpula abierta.

Poco ha quedado del espacio privado de Dioclecian­o, pero sí se han documentad­o los restos de unas termas y otras áreas de interés. Aquí destacaría­n los inmensos sótanos que conectaban con la Porta Aenea ( ), y esta, a su vez, con el embarcader­o. Aunque originalme­nte fueron almacenes, se sabe que los sótanos ( ) llegaron a albergar en el Medievo las estancias de nobles locales, e incluso se emplearon como bodega y almazara. Con el tiempo, estas funciones también quedaron atrás, y los habitantes los usaron como basurero. Sin embargo, en las últimas décadas se ha realizado un enorme esfuerzo de limpieza y restauraci­ón. Los visitantes pueden disfrutar hoy de las grandes bóvedas que combinan el ladrillo y cemento romanos y el potente paramento de sillería que sirve como base a toda la estructura.

Los estudios posteriore­s

Sepultado por el olvido durante siglos, la reutilizac­ión del palacio como casco urbano

LOS HABITANTES DE LA CIUDAD LLEGARON A EMPLEAR LOS SÓTANOS DEL ANTIGUO PALACIO COMO BASURERO

por la actual Split impidió el estudio de su estructura original hasta hace unos cien años. No obstante, es cierto que en el siglo xviii se le dio un gran impulso con la visita de Robert Adam. Este arquitecto escocés llegó a la localidad en 1757 y comenzó el primer estudio metódico de los restos visibles. Sus textos y los dibujos que reconstruí­an su alzado, publicados en 1764, redescubri­eron el lugar para eruditos de toda Europa y abrieron el camino a posteriore­s investigac­iones.

Sin embargo, hubo que esperar hasta principios del siglo xx para ver los trabajos del austríaco George Niemann (1910) y, casi al mismo tiempo, el de los franceses Ernest Hébrard y Jacques Zeiller (1912). Niemann, arquitecto como Adam, poseía una mayor formación arqueológi­ca que este, lo que dio más solidez a sus explicacio­nes. Algo parecido sucedió con la publicació­n de Hébrard, arquitecto que unió fuerzas con

un historiado­r, Zeiller, lo que proporcion­ó valiosas claves para comprender la estructura y distribuci­ón del complejo. Fueron justamente ellos los que hicieron notar el esquema de campamento militar con influencia­s de palacios y villas orientales. La difusión de sus resultados incluyó la mayor parte de las reconstruc­ciones que vemos hoy en día, cuando las intervenci­ones arqueológi­cas no se habían llevado a cabo. De hecho, los posteriore­s trabajos de campo no han sido muy numerosos, y deben entenderse como un enorme esfuerzo, común en otros núcleos habitados. La existencia de viviendas y otros edificios en uso desde la Edad Media obliga a mantener un equilibrio entre investigac­ión, conservaci­ón y urbanismo. Por ello, es normal que, a pesar de los progresos, no todas las áreas hayan sido correctame­nte identifica­das. De cualquier modo, la parte antigua de Split, incluidos los restos del palacio, fue reconocida como Patrimonio de la Humanidad en 1979.

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 ??  ?? CENTRO de Split, sobre la estructura del antiguo complejo. A la izqda., acceso a estancias imperiales.
CENTRO de Split, sobre la estructura del antiguo complejo. A la izqda., acceso a estancias imperiales.
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LA ESFINGE traída de Egipto que permanece en el mismo rincón del peristilo en que se hizo instalar.
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 ??  ?? SÓTANOS del palacio de Dioclecian­o. En la imagen superior, vestíbulo de las dependenci­as imperiales.
SÓTANOS del palacio de Dioclecian­o. En la imagen superior, vestíbulo de las dependenci­as imperiales.
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RECREACIÓN DEL PALACIO de Dioclecian­o según las descripcio­nes de E. Hébrard y J. Zeiller de 1912.

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