EL ÚLTIMO DÍA DE LORCA EN MADRID
IAN GIBSON ironiza con frecuencia sobre el número desmesurado de personas que afirmaban haber despedido a Lorca en la madrileña estación de Atocha en julio de 1936, camino de la ciudad donde perdería la vida. A modo de prólogo, Palabra de Lorca recoge el polémico testimonio de su amigo Rafael Martínez Nadal, con quien (según su versión) pa só su último día en Madrid. Martínez Nadal describe a un Lorca temeroso, obsesionado, indeciso sobre la decisión a tomar: ¿marchar a Granada o quedarse en Madrid? A pesar del inquietante clima que se respira en el país y de los esfuerzos del amigo para convencerle de la conveniencia de permanecer en la capital, el poeta está empecinado en ir a Granada para celebrar en casa San Federico, fiesta especial para la familia. “Está decidido. Me voy a Granada y sea lo que Dios quiera”. Es el 16 de julio de 1936.
EL POETA LE ENTREGA un paquete. “Toma. Guárdame esto. Si me pasara algo lo destruyes todo”. Lorca había dejado a su amigo un legado de incalculable valor: el primer borrador de su obra El público. Un poco antes, una advertencia profética. “Rafael, estos campos se van a llenar de muertos”.