Un desastre en el trono
FERNANDO VII, CASO DE IMPOSIBLE DEFENSA
Aunque en vida fue “el Deseado”, Fernando VII ha pasado a la historia como un indeseable. Su feroz represión contra cualquier disidencia política, así como su talante cobarde y traicionero, le ha condenado ante la posteridad. Solo los historiadores de la llamada “escuela de Navarra” han intentado defenderle, pero los documentos que sacaron a la luz sirvieron en realidad para destrozar aún más su imagen. Emilio La Parra, uno de los grandes especialistas en su reinado, rescata su vida personal y pública en una completa biografía que ha merecido el Premio Comillas. La Parra fue finalista de este galardón en 2002 con su biografía de Manuel Godoy, el valido de Carlos IV, padre de su actual protagonista.
Una investigación de este alcance no puede llevarse a cabo en tres o cuatro años. Se necesita, como es el caso, el bagaje de toda una vida dedicada al estudio de la época. Con un dominio absoluto de la documentación, el autor nos hace sentir que seguimos a Fernando VII a través de una cámara oculta, de forma que llegamos a conocer hasta sus más recónditos sentimientos. El resultado no es agradable. Porque tenemos que enfrentarnos a un personaje siniestro, más que capaz de traicionar a todo el mundo, si eso beneficiaba a sus propósitos.
La Parra detalla las desgracias familiares de los Borbones del momento. A Fernando VII no podía soportarlo ni siquiera su propia madre, la reina María Luisa, buena conocedora de su carácter taimado. Su hijo aprendió a disimular en medio de las dificultades, como cuando estuvo retenido por Napoleón en Valençay durante la guerra de la Independencia. Una vez que recuperó el trono, su papel político fue, por decirlo con suavidad, nefasto. No es que reinstaurara el absolutismo tradicional, sino que implantó una dictadura en la que el monarca ejercía todo el poder sin contar con instituciones ni ministros. Solo con una camarilla de favoritos integrada por gentes poco recomendables por su servilismo y corrupción.
Un mito sin fundamento
Aunque La Parra reconoce a su protagonista ciertas inteligencia y cultura, acompañadas de la típica campechanía borbónica, su retrato no puede ser más demoledor. Fernando VII aparece como el villano perfecto, fuerte con los débiles y débil con los fuertes. Pero lo peor en él fue una bajeza humana a prueba de remordimientos. Su egoísmo parecía no tener límites. Ni su crueldad, que no se manifestaba únicamente en las ejecuciones de disidentes; también en la forma en que cesaba ministros sin previo aviso y con orden de destierro.
Lo más asombroso, como muy bien muestra el libro, es que los españoles no vieran sus evidentes defectos e idealizaran su figura hasta extremos impensables. Por eso dice nuestro autor que Fernando VII fue un “rey imaginado”. Los liberales tuvieron que hacer acrobacias para excusar sus desatinos, casi siempre con el tópico manido de que los responsables eran sus malos consejeros. No era en ellos, por descontado, donde residía la raíz del mal.