Historia y Vida

Borrachera en Teherán

EL CHISTE DE MAL GUSTO EN LA SOBREMESA DE UNA CENA QUE ENFURECIÓ A WINSTON CHURCHILL

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DESPUÉS DE UN LARGO día de negociacio­nes en Teherán, Churchill estaba bastante enfadado. Había tenido que ceder en la discusión sobre la fecha del desembarco de Normandía, y Stalin no hacía más que fastidiarl­e. Así que no estaba de muy buen humor cuando, en la cena, después de que todos hubieran bebido ya bastante, el líder soviético propuso un brindis: un brindis por que al menos 50.000 alemanes fueran fusilados tras la victoria aliada. El británico se enfadó mucho y dijo que el Reino Unido nunca lo permitiría, pero se enfadó todavía más cuando Roosevelt se unió al chiste y dijo que, como mediador entre sus aliados, buscaría una solución intermedia y, en vez de fusilar 50.000, fusilaría 49.500. Churchill está cada vez más furioso, y estalla cuando Stalin pregunta al hijo de Roosevelt (aquí detrás de él, en uniforme) y este responde que espera que a esos 50.000 fusilados se unan “varios cientos de miles de nazis más”. Stalin se muere de la risa, y Churchill, bastante bebido, abandona la habitación. El propio líder ruso y su ministro de Exteriores Molotov se van detrás para disculpars­e. Churchill regresó, pero ya no volvió a invitar al hijo de Roosevelt a su casa de campo en Chequers. Elliott Roosevelt pagó las consecuenc­ias del chiste de Stalin. En la foto, los mandatario­s observan en Teherán la espada con que el rey Jorge VI de Gran Bretaña quiso homenajear a los defensores de Stalingrad­o, aquí en manos del comandante Kliment Voroshílov.

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