FIN DE LA INICIATIVA ALEMANA EN RUSIA
Volumen interpretativo de una batalla decisiva
La batalla de Stalingrado está considerada por muchos como el punto de inflexión de la II Guerra Mundial, pero también es cierto que la capacidad de recuperación de la Wehrmacht resultó extraordinaria, y a los pocos meses se hallaba plenamente dispuesta a pasar de nuevo a la ofensiva. El objetivo propuesto sería el saliente en la línea de frente con epicentro en la ciudad de Kursk. Tras dudas y retrasos, la operación se inició el 5 de julio de 1943, y desembocó en una batalla épica que contó en su haber con el mayor enfrentamiento de tanques de la historia: Prokhorovka. Sin embargo, Marte volvió la espalda a la otrora invencible Wehrmacht, y no solo los alemanes fueron derrotados, sino que perdieron la iniciativa en el frente del Este. Coincidiendo con el 75 aniversario de la batalla, han aparecido varias monografías sobre Kursk. De todas ellas destacaríamos la debida al profesor Dennis E. Showalter, un reputado especialista en historia militar. Con una fácil lectura que huye de tecnicismos y largas retahílas de unidades (aunque no siempre sea posible), la obra del estudioso norteamericano despliega una alta capacidad interpretativa que deja claros al lector tanto los principios estratégicos de la batalla como los operativos.
El matadero
Según el principal valedor de la Operación Ciudadela (nombre en clave de la ofensiva), el mariscal Erich von Manstein: “Una doble penetración a gran escala no solo cortaría las fuerzas soviéticas en el saliente, sino que atraería a las reservas soviéticas de toda la región hacia un yunque alemán, igual que en 1941”. Sin embargo, la situación no era la misma. Las reservas alemanas eran escasas, los soviéticos habían aprendido, y el desembarco aliado en Sicilia vino a complicar las cosas. Para Showalter, la causa de la derrota no fueron los múltiples retrasos en su inicio (aunque ayudaron) ni los defectos de las nuevas armas alemanas a los que tantos autores se aferran (el autor rompe una lanza a favor del cazacarros Ferdinand/ Elefant y los magníficos equipos de recuperación alemanes). Tampoco responsabiliza a Hitler, chivo expiatorio para tantos, sino al planteamiento de la Stavka. A pesar de las bajas, el sistema defensivo soviético “fue diseñado para transformar Kursk en un matadero [...]. La consigna de las guarniciones era resistir o morir. Resistir y morir iba a resultar igualmente apropiado”. Se trataba de desangrar a los atacantes, y es lo que se consiguió. Repleto de sugerencias, el análisis de Showalter resulta especialmente brillante en su último capítulo, “Puntos de inflexión”, que redondea esta valiosa obra sobre una batalla trascendente, porque: “Después de Ciudadela, no hubo posición que los alemanes pudieran defender, ninguna línea que pudieran mantener, si el Ejército Rojo estaba dispuesto a pagar el precio de tomarla o destruirla”.