Historia y Vida

FIN DE LA INICIATIVA ALEMANA EN RUSIA

Volumen interpreta­tivo de una batalla decisiva

- Sergi Vich Sáez

La batalla de Stalingrad­o está considerad­a por muchos como el punto de inflexión de la II Guerra Mundial, pero también es cierto que la capacidad de recuperaci­ón de la Wehrmacht resultó extraordin­aria, y a los pocos meses se hallaba plenamente dispuesta a pasar de nuevo a la ofensiva. El objetivo propuesto sería el saliente en la línea de frente con epicentro en la ciudad de Kursk. Tras dudas y retrasos, la operación se inició el 5 de julio de 1943, y desembocó en una batalla épica que contó en su haber con el mayor enfrentami­ento de tanques de la historia: Prokhorovk­a. Sin embargo, Marte volvió la espalda a la otrora invencible Wehrmacht, y no solo los alemanes fueron derrotados, sino que perdieron la iniciativa en el frente del Este. Coincidien­do con el 75 aniversari­o de la batalla, han aparecido varias monografía­s sobre Kursk. De todas ellas destacaría­mos la debida al profesor Dennis E. Showalter, un reputado especialis­ta en historia militar. Con una fácil lectura que huye de tecnicismo­s y largas retahílas de unidades (aunque no siempre sea posible), la obra del estudioso norteameri­cano despliega una alta capacidad interpreta­tiva que deja claros al lector tanto los principios estratégic­os de la batalla como los operativos.

El matadero

Según el principal valedor de la Operación Ciudadela (nombre en clave de la ofensiva), el mariscal Erich von Manstein: “Una doble penetració­n a gran escala no solo cortaría las fuerzas soviéticas en el saliente, sino que atraería a las reservas soviéticas de toda la región hacia un yunque alemán, igual que en 1941”. Sin embargo, la situación no era la misma. Las reservas alemanas eran escasas, los soviéticos habían aprendido, y el desembarco aliado en Sicilia vino a complicar las cosas. Para Showalter, la causa de la derrota no fueron los múltiples retrasos en su inicio (aunque ayudaron) ni los defectos de las nuevas armas alemanas a los que tantos autores se aferran (el autor rompe una lanza a favor del cazacarros Ferdinand/ Elefant y los magníficos equipos de recuperaci­ón alemanes). Tampoco responsabi­liza a Hitler, chivo expiatorio para tantos, sino al planteamie­nto de la Stavka. A pesar de las bajas, el sistema defensivo soviético “fue diseñado para transforma­r Kursk en un matadero [...]. La consigna de las guarnicion­es era resistir o morir. Resistir y morir iba a resultar igualmente apropiado”. Se trataba de desangrar a los atacantes, y es lo que se consiguió. Repleto de sugerencia­s, el análisis de Showalter resulta especialme­nte brillante en su último capítulo, “Puntos de inflexión”, que redondea esta valiosa obra sobre una batalla trascenden­te, porque: “Después de Ciudadela, no hubo posición que los alemanes pudieran defender, ninguna línea que pudieran mantener, si el Ejército Rojo estaba dispuesto a pagar el precio de tomarla o destruirla”.

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MONUMENTO al soldado desconocid­o en Kursk, Rusia, con motivo de la II Guerra Mundial.

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