Vida, resurrección y muerte del patrón oro
EL PATRÓN ORO consiste, básicamente, en la convertibilidad del dinero de curso legal –las monedas y los billetes– en lingotes de oro. Durante buena parte del siglo Inglaterra fue el gran bastión de este sistema. Otros imperios, como Austria-hungría o Rusia, preferían el patrón plata, y países como España y Portugal, los dos metales preciosos. Finalmente, el patrón oro se impuso en todas las grandes potencias desde finales del siglo hasta la Primera Guerra Mundial.
LA PRIMERA MUERTE de este sistema llegó con el estallido de la Gran Guerra, que suspendió la convertibilidad, y con siones de pagos en Latinoamérica, el sudeste asiático o Rusia, y por las condiciones inflexibles, draconianas y muy poco adaptadas a cada caso que imponían el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial en sus rescates. Cabe añadir a la lista un ensanchamiento de la desigualdad en muchos países, que el economista francés Thomas Piketty recogió de forma memorable como la coronación de una nueva aristocracia del 1% de la sociedad, y la dilución del poder de los Estados y la soberanía nacional para to su abandono por parte de la primera potencia, Estados Unidos, en 1933. Franklin Delano Roosevelt quería manipular el valor de la moneda para estimular la economía, y eso era imposible si estaba fijada al valor del oro.
EL PATRÓN RESUCITARÍA de algún modo en los Acuerdos de Bretton Woods de 1944 (abajo, John Maynard Keynes se dirige a los asistentes a la conferencia). Washington aceptó reactivarlo y mantener así el precio de la onza a 35 dólares. A partir de entonces, el resto de los países tuvieron que alinear el valor de sus monedas con el valor del oro en dólares. La divisa estadounidense se convirtió en el nuevo patrón monetario mundial. mar decisiones de gasto importantes para la población. Los acreedores internacionales tendrían la última palabra. Con una crisis mundial tan devastadora como la que estalló en 2008, ocurrió, en diferido, lo más previsible: el surgimiento de una gran ola de nacionalismo proteccionista que se había venido fraguando desde los movimientos antiglobalización de los noventa. Las ideas de Keynes sobre el papel del Estado en la economía y la mayor regulación de las finanzas y el comercio internacionales volvieron, atizadas
LA MUERTE DEFINITIVA del patrón oro se produjo en 1971, la fecha en la que Richard Nixon anunció que su país lo abandonaba. Era la culminación de un proceso que había empezado en 1965 por culpa del enorme déficit comercial estadounidense, por la fuerte creación de dinero de la Reserva Federal y por la conversión acelerada de los dólares en oro por parte, sobre todo, de los estados europeos, y muy especialmente de Francia. Eran cada vez menos los que se creían que los dólares valían su peso en oro, y por eso preferían el metal precioso a los ajados billetes verdes. El anuncio de Nixon en 1971 demostró que ya no se lo creía ni él. por las bases de datos de Piketty, al escenario central del debate público. Pero, más allá de la economía mundial, ¿cuál sería el futuro del dinero moderno que la hizo posible y que nació como la curiosa trinidad de monedas, billetes y apuntes en cuenta? Todo parece indicar que nos aproximamos a su desmaterialización, un fenómeno que también hunde parte de sus raíces en el pasado, porque comenzó, a grandes rasgos, con la enorme difusión de los servicios de las entidades financieras de ahorro, sobre todo, a partir
del siglo xix. Ellas convirtieron los depósitos de toda la sociedad en inmateriales apuntes en cuenta que la revolución informática transformaría en apuntes digitales y, por lo tanto, en dinero electrónico. Otro de los motores de esa desmaterialización viene de más cerca. En los sesenta se instaló el primer cajero automático en Londres y el Diners Club americano introdujo la primera tarjeta de crédito, instrumento y reflejo de la nueva sociedad de consumo. Javier García Arenas, economista en Caixabank Research, el departamento de planificación estratégica y estudios de la entidad financiera, confirma “un aumento del número de tarjetas de crédito por persona a nivel global (han pasado de un promedio de 1,1 en 2007 hasta el 2,5 actual)”. Además, sigue García Arenas, “cada vez las usamos más y para pagar montantes más pequeños”. Las transacciones pequeñas habían sido hasta ahora el reino de las monedas y los billetes. ¿Perderán su función?
El tercer gran impulso de esa desmaterialización monetaria es político. Cada vez son más los estados que, como los países nórdicos, quieren recortar la mayor parte de los billetes y monedas en circulación y forzar a la población a operar con tarjetas y aplicaciones móviles. Su objetivo es triple: hacer aflorar más fácilmente la economía sumergida (porque la trazabilidad de las transacciones sería más sencilla), imponer tipos de interés negativos para relanzar la economía en caso necesario y aprovechar los vientos favorables de la opinión pública y las posibilidades técnicas y normativas. Gobiernos de países autoritarios como China añadirían a esos fines su obsesiva vigilancia electrónica de la población. El cuarto y último gran motor de la desmaterialización monetaria pasa, según García Arenas y su colega Oriol Carreras, por “las innovaciones tecnológicas”. Podemos destacar, entre ellas, bases de datos seguras y descentralizadas como blockchain, sistemas de transferencias y pagos internacionales como Ripple, aplicaciones móviles con la función de monederos y medios de pago, alianzas entre grandes entidades financieras y gigantes como Google o Apple, criptomonedas como Bitcoin y, finalmente, la posible emisión de monedas y billetes oficiales en formato exclusivamente digital que estudia, por ejemplo, el Banco de Inglaterra con la libra esterlina.
Será una desmaterialización con sus tiempos y no exenta de controversias. Como explican los expertos de Caixabank Research, “el dinero en metálico está mostrando por el momento una gran fortaleza
LA DESMATERIALIZACIÓN QUE SE ACELERÓ EN EL SIGLO XIX ES UN ENIGMA: ¿PERDERÁN BILLETES Y MONEDAS SU FUNCIÓN?
a nivel global”. Por otra parte, se muestran “escépticos respecto al potencial de las criptomonedas para suplantar las monedas tradicionales, porque aún distan de satisfacer las principales propiedades que se atribuyen al dinero: depósito de valor, medio de pago y unidad de cuenta”. La desmaterialización, en cualquier caso, será un nuevo capítulo en la fascinante biografía del dinero moderno desde finales del siglo xvii, una época que ya ha visto el nacimiento y la defunción del patrón oro y Bretton Woods, el influjo de dos guerras mundiales, el amanecer y el ocaso de la hegemonía estadounidense, la emergencia de los billetes como dinero oficial o la creación de los bancos centrales. Pero en un sentido estamos como estábamos hace siglos: los filósofos, economistas y sociólogos siguen preguntándose –con previsible desesperación– qué demonios es el dinero.