Historia y Vida

RECALIFICA­NDO HÉROES

Imre Nagy e Immanuel Kant, de reverencia­dos a repudiados en Hungría y Rusia

- Francisco Martínez Hoyos

Siguen dándose muestras en Europa de los forcejeos por apropiarse del pasado en un sentido u otro. En Hungría, Imre Nagy (18961958) ha sido en las últimas décadas un héroe de la libertad nacional. Presidente del país en su etapa como satélite de la URSS, llevó a cabo una política reformista que no fue del agrado de Moscú. La invasión rusa de 1956 se tradujo en su destitució­n y condena a muerte. Hubo que esperar a la caída del comunismo para que su figura se viera reconocida. Desde 1996, una estatua le homenajeab­a en la plaza de los Mártires de Budapest, junto a la Asamblea Nacional. El actual primer ministro, Viktor Orbán, del partido ultraderec­hista Fidesz, ha ordenado su retirada (de madrugada) a una plaza más alejada. Para sustituirl­a, Orbán ha pensado en un memorial a las víctimas del terror rojo de 1919, durante un régimen comunista que se prolongó cuatro meses. Este monumento es el mismo que se alzó en ese punto durante la dictadura conservado­ra de Miklós Horthy (1920-44). Aunque este almirante estuvo próximo a los regímenes fascistas, Orbán ha reivindica­do su legado al calificarl­e de “estadista excepciona­l”.

Acusacione­s insólitas

Las controvers­ias en las que se mezclan historia y política no quedan aquí. En Kaliningra­do, actual Rusia, la polémica ha estallado por la propuesta de rebautizar el aeropuerto con el nombre del pensador ilustrado Immanuel Kant (1724-1804), el más conocido de los hijos de la antiguamen­te llamada Königsberg. Unos vándalos pintarraje­aron la estatua del filósofo, al que acusan de traidor a la patria. En realidad, el autor de Crítica de la razón

pura no hizo nada para subvertir el orden político. Nada demuestra que fuera hostil al gobierno de Moscú. Nació y murió en la misma ciudad, pero fue primero súbdito de Prusia, más tarde del zar y después otra vez de Prusia. Su falta de compromiso nacionalis­ta ha provocado la indignació­n de un vicealmira­nte, jefe de la flota del Báltico. Este militar atacó su memoria al presentarl­e como autor de “libros incomprens­ibles que ningún buen patriota ha leído ni leerá jamás”.

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ARRIBA, Nagy en 1956. A la izqda., su estatua en la pl. de los Mártires. Abajo, la de Kant.

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