¿SUSTO O BORIS?
Aunque en la gran pantalla era capaz de aterrorizar a todo el mundo, el británico Boris Karloff, de cuya muerte se cumplen este mes 50 años, era en la vida real un hombre refinado y cordial. William Henry Pratt, como se llamaba, quiso, en un principio, ser diplomático, pero ascendió al estrellato gracias a un golpe de suerte. Bela Lugosi no quería aparecer oculto bajo la caracterización de su personaje porque, de esta forma, sus fans no podrían reconocerlo. Rechazó, por ello, el papel principal en Frankenstein (1931). Karloff aprovechó la oportunidad y se convirtió en el intérprete más icónico del monstruo creado por la escritora Mary Shelley. Su talento fue decisivo, al igual que la aportación memorable del maquillador Jack P. Pierce. En la imagen de este mes, ambos aparecen en una sesión preparatoria para La novia de Frankenstein
(1935). Sin embargo, el papel tenía un reverso desagradable: el actor tuvo que lucir un vestuario tan rígido que sufrió daños irreversibles en la espalda. También tuvo que enfrentarse al encasillamiento profesional. Otro, en su lugar, se hubiera amargado. Él no. Se sentía afortunado y agradecido por tener la oportunidad de brillar con sus pavorosos personajes.