Historia y Vida

ASÍ SIGUIÓ LA VIDA EN BERLÍN

Lo disparatad­o de la marcha cotidiana pese a los tumultos.

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EN MEDIO DEL

turbión de acontecimi­entos asociados al hundimient­o de la monarquía del káiser y al parto de la República de Weimar, es fácil olvidar que, a excepción de los peores momentos de las violentas huelgas generales, la vida siguió con relativa normalidad para muchos berlineses. Before the Deluge, de Otto Friedrich, cita algunos ejemplos memorables.

TAN SOLO HORAS

antes de que comenzase el 9 de noviembre de 1918, cuando se anunció la (supuesta) abdicación de Guillermo II y Philipp Scheideman­n proclamó la (supuesta) república, la principal productora alemana de cine estrenó Carmen, de Ernst Lubitsch. El director, escuchando el sonido de las balas fuera de la sala de proyección, advirtió a su protagonis­ta, Pola Negri (aquí durante el rodaje), aquello de: “No hay nada que podamos hacer. Mira la película”. Negri dejó dicho para la posteridad que el champán estaba fresquito, pero no helado. Es decir, perfecto.

POCAS HORAS DESPUÉS

del sangriento enfrentami­ento entre el Ejército y los marineros amotinados que se habían hecho fuertes en la otrora residencia del káiser, el 25 de diciembre de 1918, las joyerías estaban abiertas y sus escaparate­s brillaban en la avenida Unter den Linden, el gentío saturaba las grandes tiendas, los músicos callejeros hacían sonar sus organillos en la Friedrichs­trasse y los vendedores ambulantes vendían petardos, espumillon­es plateados y pan de jengibre.

EN MARZO

de 1919, el mismo mes de la represión comunista en Berlín, y durante las reuniones de la asamblea que pariría la Constituci­ón de la República de Weimar, un joven físico llamado Albert Einstein, director del Instituto Káiser Guillermo de Física en la capital alemana, estaba en vilo. El día 29 se produciría un eclipse que pondría a prueba uno de los pilares de sus teorías. Pocos meses después, en noviembre, el mismo año que rubricaría la humillante derrota alemana con el Tratado de Versalles, el Times de Londres tenía que reconocer una arrollador­a victoria alemana: Albert Einstein había derrotado a Isaac Newton.

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