La montaña rusa
BOCHORNO, AMENAZAS Y DIVERSIÓN EN EL VIAJE DE JRUSCHOV A EE. UU.
“Es gordo y feo, tiene verrugas en la cara y además en vez de hablar ladra”, le contó Marilyn Monroe a su asistenta tras conocer al premier soviético Nikita Jruschov. La Fox había convencido al propio Jruschov y a las autoridades americanas de incluir una visita al estudio durante su estancia en Los Ángeles, una más de las extravagantes estampas que dejaría el viaje del mandatario ruso a Estados Unidos en 1959. Todo había empezado por error. El presidente norteamericano Ike Eisenhower (arriba, en el centro, con Jruschov a la dcha.) pretendía invitar a su homólogo soviético a visitar Estados Unidos solo a condición de que relajase su intransigente postura contra los aliados en Berlín Oeste. Algún funcionario lo entendió mal, y Jruschov recibió una invitación sin condiciones que aceptó encantado. A continuación vendrían semanas de quisquillosos preparativos para una gira que, para sorpresa de Washington, iba a durar ¡quince días! Ike no podía sino resignarse. Todo era posible con el impredecible ruso: de sus escenas de supuesta campechanía pasaba a monumentales explosiones de enfado sin grandes motivos. Con cientos de cámaras y reporteros siguiéndole los pasos por todo el país y con la Guerra Fría en su plenitud, la tarea diplomática para los de Eisenhower iba a ser titánica. El libro de Carlson, antiguo periodista del Washington Post, escrito en 2009, es una entretenida relación de ocurrencias y despropósitos de aquel viaje. De su desdén al subir al Empire State a su rebote por ver cancelada, por motivos de seguridad, su visita a Disneylandia, pasando por su fascinación por el self-service de la cafetería de IBM. Pero, aprovechando el circo mediático que originó su gira, Jruschov dirigía su propia campaña publicitaria para seducir y a la vez intimidar a los americanos y para consolidar su posición ante sus camaradas del Kremlin. El futuro no iba a jugar a su favor.