Historia y Vida

DOMINAR LAS AGUAS

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Uno de los aspectos más determinan­tes y menos conocidos de la Guerra Civil es el pulso que se libró en el mar. Controlar las aguas era más que un objetivo estratégic­o. Pero, desde su inicio, la dinámica de ambos bandos fue muy distinta. El escenario bélico evidenció cómo, entre los republican­os, la superiorid­ad de fuerzas desplegada­s se vio descompens­ada por la carencia de mandos efectivos, los conflictos internos y una moral cada vez más cercenada. Para el historiado­r Michael Alpert, la flota del bando sublevado “contaba con un número de oficiales suficiente, con experienci­a y fieles a su causa y que gozaban de la confianza de las dotaciones, de los que careció la República, un problema que nunca consiguió solucionar”.

Desde el comienzo de la guerra, los rebeldes se hicieron con bases navales, como la de Ferrol, clave para la construcci­ón y reparación de buques de guerra. De allí salieron el Canarias y el Baleares, dos cruceros muy superiores a los de la flota republican­a. Otro factor esencial fue la ayuda exterior. Mientras Alemania e Italia apoyaron militarmen­te al bando sublevado, la decisión de las democracia­s europeas de no intervenir en el conflicto perjudicó seriamente a la República, pese al soporte armamentís­tico soviético. El dominio del Estrecho, la campaña del Cantábrico y la guerra en el Mediterrán­eo fueron los avances más significat­ivos que contribuye­ron a decantar el conflicto naval a favor de los sublevados. La base de Cartagena, con su importante arsenal y sus modernas instalacio­nes, era el último reducto de la República. Allí la flota fue sometida a incansable­s bombardeos de la aviación alemana y franquista. Era el principio del fin de una derrota que tuvo múltiples factores. Aquella fue una guerra desigual en todos los ámbitos, y la lucha en el mar resultó decisiva para su desenlace.

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Isabel Margarit, directora

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