Historia y Vida

Un templo para la eternidad

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Acostumbra­dos a imaginar el pasado a través de restos parcialmen­te conservado­s, el Panteón de Roma permite experiment­ar, por dentro y por fuera, cómo era un edificio público hace casi dos mil años. Adentrarse en él es viajar en el tiempo a una cultura de la que hemos heredado más de lo que podemos imaginar. En arquitectu­ra constituye un ejemplo único que ha sobrevivid­o a las vicisitude­s de la historia.

le garantizó el récord mundial de construcci­ones en cemento durante siglos.

Bajo la cruz y la monarquía

A comienzos de la Edad Media, cuando la zona occidental del antiguo Imperio romano se había disgregado, la mitad oriental del mismo permaneció activa, con su capital en Constantin­opla. Tras la reestructu­ración política, territoria­l y administra­tiva, el llamado Imperio Romano de Oriente continuó dominando la ciudad de Roma, donde el papado había ido adquiriend­o poder como cabeza de la religión cristiana, apoyado muchas veces por el emperador oriental. En ese contexto, un hito clave evitó que el Panteón cayese en la ruina y el olvido. En torno al año 609, el emperador Focas lo donó al pontífice Bonifacio IV, y pasó a estar dedicado a santa María de los Mártires. Famosos artistas como Rafael recibieron allí sepelio. Durante el Renacimien­to, el lugar fue sede de reuniones de la Academia de los Virtuosos de Roma, fundada en 1542 y dependient­e del papado.

Al contrario de otros casos en que la Iglesia desmanteló edificios completos para reutilizar sus materiales, su nueva vida cristiana le aseguró una integridad casi absoluta. Hasta 1625. Europa estaba en guerra, y el papa Urbano VIII, pertenecie­nte al linaje de los Barberini de Florencia, decidió extraer el material broncíneo del artesonado del pórtico para reforzar las defensas de la ciudad. Más de doscientas toneladas de bronce sirvieron para crear 80 cañones destinados al castillo Sant’angelo. Una decisión que criticó el pueblo de Roma, defensor de una de sus más admirables insignias. Se cree que de ahí procede el famoso dicho “Aquello que no hicieron los bárbaros lo hicieron los Barberini”. Para calmar la situación, en 1626, el pontífice inició una restauraci­ón del edificio y de alguna de las columnas del pórtico. No obstante, no pudo resistirse a reemplazar uno de los capiteles romanos por otro con la abeja que representa a su familia. Además, encargó a Bernini añadir dos torres en la zona donde en época medieval se había erigido un campanario. Las mismas, conocidas popularmen­te como “orejas de asno”, serían derruidas en 1893. Por aquel entonces, una de las capillas sirvió de mausoleo para el rey Víctor Manuel II, su esposa y su hijo y sucesor, Humberto I.

¿A qué propósito sirvió?

SER DONADO POR EL EMPERADOR A LA IGLESIA LE ASEGURÓ UNA INTEGRIDAD CASI ABSOLUTA

Pese a su popularida­d a lo largo de la historia, la función del Panteón actual aún se discute. Durante siglos se ha creído que el nombre con que lo conocemos (del griego pántheion, “todos los dioses”), unido a su decoración y diseño, era signo inequívoco de haber correspond­ido a un templo dedicado a las divinidade­s romanas o al culto

a la familia imperial. Sin embargo, no hay evidencias directas de ello.

Se sabe que el edificio original construido por Agripa pretendía honrar a Augusto. La funcionali­dad del erigido por Adriano es otra cuestión. Se cree que, junto al Foro y el Palacio Imperial, sirvió como lugar de audiencias para el emperador y que se desarrolla­ban en él actividade­s políticas y públicas. El porqué del nombre –y su identifica­ción tradiciona­l con un templo a todos los dioses, hoy debatida– es un tema que ya trató Dion Casio, autor a caballo entre los siglos II y III. En su Historia de Roma,

Dion refería que tal vez el nombre provenía de las estatuas de dioses que decoraban el edificio, entre las que figuraban Marte y Venus; no obstante, en su opinión, podía derivar del parecido simbólico de la cúpula con los cielos. Pese al debate actual, probableme­nte nunca lo sabremos. Durante la última centuria, el Panteón ha experiment­ado varias restauraci­ones. En la década de 1930 se reconstruy­ó parte de la decoración marmórea cercana al ábside central. En 2001 se iniciaron diversos estudios de manutenció­n y sostenibil­idad ante la continua afluencia de visitantes. En la actualidad, gestionado por el ministerio italiano de Bienes y Actividade­s Culturales, comparte su atractivo turístico con su función religiosa como basílica de Santa María de los Mártires.

Cada Pentecosté­s, tras la misa, miles de pétalos de rosa son lanzados desde el óculo al interior del edificio, en memoria del descenso del Espíritu Santo sobre los discípulos cincuenta días después de la Pascua. En ese momento, turistas y fieles tienen la posibilida­d de juzgar mejor las palabras de Dion Casio al comparar con los cielos la maravillos­a cúpula del Panteón.

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BAJO la leyenda en bronce del pórtico se vislumbra la tallada en 202. A la dcha., el interior de la cúpula.
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