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Plagas y cambio climático, lo que acabó con Roma
Tendemos a pensar que Roma cayó devorada por la presión de los bárbaros. Pero los responsables de su destrucción fueron, en realidad, el cambio climático, una sucesión de plagas y la globalización. Esta es la tesis que sostiene el historiador estadounidense Kyle Harper en El fatal destino de Roma, obra de gran originalidad e imprescindible lectura. Recurriendo a figuras como el médico Galeno para marcarnos el contexto histórico, Harper ahonda en los escritos de la Antigüedad, constatando que los últimos romanos recogieron en sus relatos “la vejez del mundo”, extraños fenómenos atmosféricos y catástrofes naturales muy destructivas. El autor ha tomado las pistas depositadas en esas fuentes escritas y las ha cruzado con diversos estudios científicos, como el análisis de los anillos de los árboles o el de las capas de hielo, logrando confirmar que los romanos sufrieron un brutal cambio climático que afectó a su mundo de forma decisiva, generando un desbarajuste en su sistema agrícola y contribuyendo a la creación de otro de los puñales que atravesaron el corazón de Roma: las plagas.
De todas ellas, la más destructiva fue la peste. Esa que los romanos contribuyeron a expandir por el mundo gracias a dos factores. El primero, el hecho de que Roma se hubiera convertido en un “paraíso para las ratas”, animales que medraron gracias a la ingente cantidad de graneros distribuidos por el territorio romano. El segundo, el que tiene que ver con la globalización comercial, que supuso que los barcos de la época transportasen en sus bodegas camadas de ratas dispuestas a desembarcar en Britania o incluso en la lejana China, cuya seda y especias eran tan codiciadas en Occidente. Y, a lomos de esas ratas, las pulgas llevaban consigo un bacilo de la peste que, en diversas oleadas, acabaría diezmando a los romanos. Se convirtieron en un atractivo despojo accesible prácticamente a cualquier bárbaro dispuesto a cruzar el Danubio para rematar al viejo imperio. Bárbaros que sin duda dieron la estocada final a Roma, pero que lo hicieron en calidad de “refugiados climáticos armados”, en palabras de Harper. Empujados por las sequías que, con el cambio climático global, asolaron sus territorios de origen, se vieron obligados a invadir en busca de un futuro mejor.
Pero la presente obra de Harper es mucho más que un volumen de historia apoyado en un amplio abanico de disciplinas científicas. Es una advertencia sobre “un mundo precozmente global en el que la venganza de la naturaleza empieza a dejarse sentir pese a las persistentes ilusiones de control”. Un mundo semejante al nuestro.