UN SÍMBOLO SOLAR EN EL VATICANO
El obelisco que pasó de botín romano a emblema de la capital de los papas.
LA HISTORIA DEL obelisco egipcio del Vaticano (en la imagen), de unos cuatro mil años de antigüedad, es fascinante. Se ignora cuándo y dónde se erigió inicialmente en tierras faraónicas, puesto que carece de inscripciones jeroglíficas, pero es probable que su primer emplazamiento fuera Heliópolis, y que el granito procediera de la cantera de Asuán. Augusto lo colocó en el foro juliano de Alejandría, y Calígula ordenó su traslado marítimo para adornar el circo, que se convertiría en escenario del asesinato de san Pedro en tiempos de Nerón.
EL DESPLAZAMIENTO ORDENADO por Sixto V, pese a ser probablemente el más breve, es el mejor documentado. El arquitecto Domenico Fontana necesitó novecientas personas, setenta y cinco caballos, un gigantesco andamio de madera y un año de trabajo para completar la proeza de trasladarlo a la plaza de San Pedro, donde se alza desde 1586. Es, de largo, el elemento más antiguo de la plaza. Por entonces, la cúpula de la catedral aún no se había completado y la plaza era rectangular, muy distinta al óvalo porticado que conocemos hoy.
EN LA ÉPOCA se rumoreaba que la esfera que lo coronaba contenía las cenizas de Julio César. En la reforma se comprobó que esto no era cierto. Aun así, Sixto V la hizo reemplazar por una cruz. En vista del éxito, el papa hizo restaurar otros dos obeliscos, el Lateranense y el Flaminio. Símbolos de Amón Ra o de Atón, deidades solares egipcias, los romanos los asimilaron a su equivalente, Apolo, y los cristianos, a Jesús.