Historia y Vida

LA DOBLE FIEL DE HELENA

Opuesta a su figura, Penélope tampoco era mejor tratada

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Una escena de la Odisea refiere cómo Penélope (abajo, durmiendo, en un lienzo de Angelica Kauffmann, 1772), cuyo esposo Ulises aún está de camino a Ítaca, baja del gineceo para pedir a un aedo que entone para la corte un cantar más alegre que el que recitaba sobre travesías épicas y nostalgia. La reina recibe una respuesta tajante de su propio hijo. Telémaco, que es apenas un adolescent­e, manda callar a su madre y que vuelva al telar y la rueca, antes de añadir: “El relato estará al cuidado de los hombres, y sobre todo al mío. Mío es, pues, el gobierno de la casa”. Penélope, una mujer adulta, inteligent­e y toda una monarca, obedece y regresa sin rechistar a sus habitacion­es en la planta superior.

UN RELATO TENDENCIOS­O

Esta escena ilustra lo que se considerab­a una buena mujer en la antigua Grecia. Eternament­e fiel, laboriosa y, más que nada, muy dócil. Exactament­e al revés que la imagen popular de Helena de Troya. ¿O esta última encarna la mujer fatal por antonomasi­a porque su relato y “el gobierno de la casa” (del mundo, de la historia) han estado “al cuidado de los hombres”, como ya explicaba Homero hace tres mil años? Mary Beard, la mediática clasicista de Cambridge, suele citar ese pasaje de Penélope en la Odisea –en su libro Mujeres y poder y a menudo en conferenci­as y entrevista­s– para ilustrar lo ancestral del silenciami­ento femenino en la cultura occidental.

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