Historia y Vida

DESPUÉS DE ANNUAL

Las memorias bélicas de Enrique Meneses padre

- Joaquín Armada Díaz

Un joven veinteañer­o dilapida su fortuna entre champán y opio, holgazanes aristocrát­icos y mujeres hermosas a la caza de un rico heredero. París, sí, es una fiesta interminab­le, hasta que nuestro protagonis­ta se entera del Desastre de Annual (22 de julio-9 de agosto de 1921) e, impulsado por el patriotism­o de un héroe romántico, se alista voluntario para luchar en Marruecos y encontrar, por fin, un sentido a su vida. Así, como una película digna de Errol Flynn o Gary Cooper, comienza La cruz de Monte Arruit, la gran aventura de Enrique Meneses Puertas (1894-1987), el padre del célebre reportero Enrique Meneses (1929-2013). La película que Hollywood no hizo –el mismo Hollywood que el autor visitó poco después de relatar sus combates– termina aquí. Tras el prólogo parisino, estas memorias se convierten en un relato amargo, realista y crítico de los meses que siguieron al mayor desastre militar del ejército español en tiempos contemporá­neos. La caótica retirada acabó con más de diez mil militares muertos, incluido su superior, el general Silvestre, y con los guerreros rifeños de Abd el Krim a las puertas de Melilla. Tres mil españoles fueron asesinados tras rendirse en Monte Arruit, después de esperar durante días un rescate que nunca llegó. Alistado en los Húsares de Pavía, Meneses participa en la reconquist­a de esta posición, aterradora exposición de cadáveres insepultos y martirizad­os que ayuda a enterrar, lucha en la toma de Zeluán y se enrola en los Regulares. “No comprendo cómo pueden resistir tantas horas sin apenas comer y sin dormir”, escribe admirado sobre los rifeños que luchan siempre en primera línea mandados por oficiales españoles, pero que son relegados por una prensa que, una y otra vez, favorece a la Legión, oculta la precarieda­d de la tropa –mal vestida y peor alimentada– y convierte a impostores en héroes. Indignado, Meneses escribirá su relato durante la convalecen­cia de un balazo en la cabeza que casi lo mata, para rescatar también la memoria de sus camaradas muertos.

Reconquist­a cruel

“¡Cuánta sangre inútil nos han costado los blocaos sin cuento!”, critica cuando la reconquist­a comete de nuevo el error de crear una línea de pequeños fortines sin agua. Meneses no omite el salvajismo de los soldados españoles, que cortan las cabezas de los moros muertos o los linchan con una crueldad terrible, y plantea la pregunta esencial: “¿Estamos nosotros a la altura suficiente para encargarno­s de un pueblo, educarlo y hacerle próspero?”. Sin la calidad literaria de la gran trilogía marroquí (La ruta, de Arturo Barea; El

blocao, de José Díaz Fernández; e Imán, de Ramón J. Sender), La cruz de Monte

Arruit ofrece un punto de vista original de la guerra de Marruecos, con momentos de gran brillantez y una frescura que conserva intacta. Es, en fin, un inesperado y afortunado rescate.

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