“Los españoles se aprovecharon de una victoria a la que contribuyeron poco”
Hernán Cortés, ¿héroe o genocida?
Se puede ser ambas cosas. El heroísmo no es una virtud, sino una percepción por parte de los partidarios. El que es héroe para los de un bando será el malvado de los opuestos. Para ser el héroe de todos hay que ser un santo, algo que Cortés no logró ser. Tampoco era un genocida, no por motivos morales, sino sencillamente porque para los españoles la supervivencia de la mano de obra indígena era imprescindible.
¿Por qué venció?
No venció Cortés, sino una coalición indígena, sobre todo de tlaxcaltecas y huexotzincas. Ni fue Cortés el arquitecto de esa alianza, sino la indígena a quien los españoles llamaban doña Marina, la única que dominaba los idiomas precisos. Los españoles se aprovecharon de una victoria a la que prestaron una escasa contribución.
¿Cómo le ha tratado la posteridad?
Exagerando su importancia, para bien o para mal. Sintió la amargura de no ser suficientemente apreciado por la Corona. Pero, gracias a sus publicaciones y a la obra propagandística de su cronista, Francisco López de Gómara, alcanzó un grado de fama desproporcionado en la Europa del siglo xvi. Hoy en día, debido a prejuicios políticamente correctos e históricamente erróneos, no se reconocen debidamente los motivos por los cuales tantos indígenas le apoyaron, ni las enormes ventajas económicas que extrajeron de la presencia española en su continente.
En todo episodio letal, como el de las enfermedades introducidas en el Nuevo Mundo por migrantes europeos, a pesar de la tragedia de los muertos, los supervivientes suelen aprovechar para repartirse los recursos que quedan. Y los españoles abrieron nuevos caminos económicos –nuevas rutas, tratos, productos, mercados...–. Sin estos beneficios, desde luego, los indígenas no hubieran tolerado la presencia española, que no dispuso nunca de suficiente fuerza para imponer su predominancia. Cortés, sus compañeros y sucesores tuvieron la suerte de encontrar culturas dispuestas a aceptar, honrar e incluso acatar al extranjero: por el rasgo cultural que yo llamo “el efecto extranjero” (stranger-effect en inglés). Nosotros solemos menospreciar al inmigrante, pero hay culturas en el mundo que reconocen su valor como representante de un horizonte divino y lejano. Ahí fue donde los imperios europeos triunfaron en la era moderna. La indudable valentía de Cortés cuenta poco. Las culturas indígenas fueron determinantes.