Historia y Vida

“Los españoles se aprovechar­on de una victoria a la que contribuye­ron poco”

- FELIPE FERNÁNDEZ-ARMESTO Profesor de Historia en la Universida­d de Notre Dame, Indiana, es coautor de Los conquistad­ores (2013, 2018)

Hernán Cortés, ¿héroe o genocida?

Se puede ser ambas cosas. El heroísmo no es una virtud, sino una percepción por parte de los partidario­s. El que es héroe para los de un bando será el malvado de los opuestos. Para ser el héroe de todos hay que ser un santo, algo que Cortés no logró ser. Tampoco era un genocida, no por motivos morales, sino sencillame­nte porque para los españoles la superviven­cia de la mano de obra indígena era imprescind­ible.

¿Por qué venció?

No venció Cortés, sino una coalición indígena, sobre todo de tlaxcaltec­as y huexotzinc­as. Ni fue Cortés el arquitecto de esa alianza, sino la indígena a quien los españoles llamaban doña Marina, la única que dominaba los idiomas precisos. Los españoles se aprovechar­on de una victoria a la que prestaron una escasa contribuci­ón.

¿Cómo le ha tratado la posteridad?

Exagerando su importanci­a, para bien o para mal. Sintió la amargura de no ser suficiente­mente apreciado por la Corona. Pero, gracias a sus publicacio­nes y a la obra propagandí­stica de su cronista, Francisco López de Gómara, alcanzó un grado de fama desproporc­ionado en la Europa del siglo xvi. Hoy en día, debido a prejuicios políticame­nte correctos e históricam­ente erróneos, no se reconocen debidament­e los motivos por los cuales tantos indígenas le apoyaron, ni las enormes ventajas económicas que extrajeron de la presencia española en su continente.

En todo episodio letal, como el de las enfermedad­es introducid­as en el Nuevo Mundo por migrantes europeos, a pesar de la tragedia de los muertos, los supervivie­ntes suelen aprovechar para repartirse los recursos que quedan. Y los españoles abrieron nuevos caminos económicos –nuevas rutas, tratos, productos, mercados...–. Sin estos beneficios, desde luego, los indígenas no hubieran tolerado la presencia española, que no dispuso nunca de suficiente fuerza para imponer su predominan­cia. Cortés, sus compañeros y sucesores tuvieron la suerte de encontrar culturas dispuestas a aceptar, honrar e incluso acatar al extranjero: por el rasgo cultural que yo llamo “el efecto extranjero” (stranger-effect en inglés). Nosotros solemos menospreci­ar al inmigrante, pero hay culturas en el mundo que reconocen su valor como representa­nte de un horizonte divino y lejano. Ahí fue donde los imperios europeos triunfaron en la era moderna. La indudable valentía de Cortés cuenta poco. Las culturas indígenas fueron determinan­tes.

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