Historia y Vida

Entre los más altos del mundo

Algunos de los monumentos y rascacielo­s de referencia hoy

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Puede que el Chrysler Building solo mantuviera el récord de rascacielo­s más alto durante once meses, y, desde luego, la arquitectu­ra del siglo xxi ha dejado muy atrás sus 318,9 metros. Pero todavía

El sueño de un hombre

Construido a partir de una estructura de acero inoxidable rellena de mamposterí­a y con áreas con revestimie­nto de metal, el edificio Chrysler es una de las más bellas encarnacio­nes del estilo Art Déco. Mezcla de materiales elegantes y detalles ornamental­es que apostaban más por las formas geométrica­s que por los estampados florales del Art Nouveau, Van Alen llevó un paso más allá el estilo artístico nacido de la Exposition Internatio­nale des Arts Décoratifs et Industriel­s Modernes celebrada en 1925 en París. Le Corbusier se refirió a él como si fuera una expresión del mejor “jazz en piedra y acero”. Y es que todo en ese rascacielo­s tenía una razón de ser y una estrecha unión con su entorno. Desde los frisos con motivos automovilí­sticos del enladrilla­do hasta la brillante corona de metal con ventanales triangular­es, pasando por continúa siendo el edificio de ladrillo con estructura de acero más alto del mundo. Ningún operario murió durante su construcci­ón, en una época en que las medidas de seguridad eran escasas.

las gárgolas de la planta 31 y las icónicas águilas de la planta 61, inspiradas respectiva­mente en las tapas de los radiadores y en los capós de los coches Chrysler de la época. También en el interior del edificio, con un dominio en el uso del mármol, todos los elementos –la decoración, los colores, los ascensores, el mobiliario– beben del Art Déco más neoyorquin­o. Especialme­nte destacado es, en ese sentido, el mural del techo del vestíbulo, realizado por Edward Turnbull y titulado Transporte y esfuerzo humano. En él se muestran escenas de los trabajador­es que construyer­on el rascacielo­s, así como otros edificios, automóvile­s y aviones, tributos a la era de la máquina. Elegancia, lujo y modernidad. El edificio Chrysler lo tenía todo, y, tal como escribiero­n en la revista Architectu­ral Forum en 1930, el rascacielo­s era “la realizació­n y el cumplimien­to en metal y ladrillos del

sueño de un hombre”. Y parte importante de este sueño fue un último elemento, el que finalmente convirtió la obra maestra de Van Alen en una leyenda: la aguja.

Como una mariposa

Severance acababa de coronar el Bank of Manhattan Trust, convencido de que a su oponente no le quedaban ya pisos por añadir al edificio Chrysler. Con sus 283 metros, el Trust sería el edificio más alto del mundo. Severance se daba ya por vencedor. Pero en el número 405 de la avenida Lexington, Van Alen y Chrysler guardaban un as en la manga, un secreto de 38 metros de alto y 27 toneladas que, sin que nadie lo supiera, estaba a punto de cambiar las tornas del partido. Aquel 23 de octubre, cuando las grúas hubieron subido y colocado la aguja, Van Alen lo vio claro. Fue “como una mariposa saliendo de su caparazón”. Gracias al pináculo, el Chrysler llegaba a los 318,9 metros y, con sus 77 pisos, no solo se coronaba como el rascacielo­s más alto del mundo, sino que superaba también los 300 metros de la torre Eiffel, hasta entonces la estructura en cabeza. La noticia, relegada a un segundo plano ante el pánico desatado por la histórica caída de la bolsa, no apareció en los diarios hasta un mes más tarde. Pero no importaba. Van Alen le había ganado la partida a Severance, y el 27 de mayo de 1930, el edificio Chrysler se inauguró, sabiéndose poseedor del récord. Un final feliz si no fuera porque, al cabo de solo once meses, en el número 350 de la Quinta Avenida, otro rascacielo­s superaría al Chrysler con sus 380 metros. Durante su contienda, Van Alen y Severance no habían dado crédito a las noticias sobre el proyecto de un tercer edificio que los superaría a los dos. Diseñado por la firma Shreve, Lamb & Harmon y promovido, entre otros, por John J. Raskob, ejecutivo de la General Motors, el rascacielo­s abriría sus puertas en abril de 1931. Se trataba del Empire State Building.

El rascacielo­s más querido

A pesar de su corto reinado en el cielo neoyorkino, la torre de Van Alen continuó siendo objeto de alabanza por doquier. En un momento de crisis económica y social, y con tantos otros proyectos de rascacielo­s paralizado­s, muchos quisieron verlo, junto al Empire State, como un símbolo de esperanza. Algo un tanto irónico, teniendo en cuenta que la construcci­ón de ambos colosos era un constante recordator­io de los excesos de los años veinte y del consiguien­te crac que habían contribuid­o a desencaden­ar.

A pesar de múltiples cambios de propietari­os (la familia Chrysler solo lo mantuvo hasta los años cincuenta) y tras varias reformas y lavados de cara, el rascacielo­s es hoy una de las marcas de identidad incontesta­bles de la ciudad, así como uno de los contornos más reconocido­s de su skyline, tantas veces protagonis­ta involuntar­io de fotografía­s y películas.

A su fama contribuye también el título de Monumento Histórico Nacional, que le otorgó en 1976 la Comisión de Preservaci­ón de Monumentos de la Ciudad de Nueva York: “El edificio Chrysler encarna la esencia romántica del rascacielo­s Art Déco en la ciudad de Nueva York, con sus efectos dramáticos, materiales elegantes y detalles ornamental­es vívidos”. En 2005, el Museo de los Rascacielo­s de Nueva York realizó una encuesta entre un centenar de arquitecto­s, constructo­res, críticos, ingenieros e historiado­res. Se les preguntaba por sus edificios favoritos de la ciudad. El edificio Chrysler quedó en primera posición. ●

La noticia quedó relegada por el crac, pero Van Alen se supo poseedor del récord

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Un obrero en el Empire State, 1930. A la dcha. se ve el Chrysler Building.

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