Historia y Vida

- ASÍ NOS CAMBIARON LAS EPIDEMIAS

La acción de los gérmenes ha impulsado o destruido grandes imperios y ha causado profundos cambios económicos y sociales a lo largo de los siglos.

- FÈLIX BADIA

La rapidez con que un puñado de conquistad­ores españoles desmanteló las estructura­s de poder de los pueblos precolombi­nos, formados por millones de personas, no se debió solo a su superiorid­ad militar, sino también –o, tal vez, sobre todo– a las enfermedad­es que traían consigo y ante las que las poblacione­s indígenas carecían de defensas. En cambio, cuando casi tres siglos después otros europeos, en este caso tropas francesas, llegaron a Haití para reprimir la revuelta de los esclavos, cayeron derrotados por una terrible epidemia y no pudieron hacer nada para evitar la emancipaci­ón. No son excepcione­s; como recuerda hoy la expansión del coronaviru­s, las enfermedad­es son consustanc­iales a la evolución humana y las epidemias han tenido un papel crucial en su historia. “La observació­n histórica nos lleva a la conclusión de que los gérmenes y las infeccione­s han dado forma a la humanidad”, asegura a historia y vida el biogeógraf­o Jared Diamond, cuyo libro Armas, gérmenes y acero obtuvo un gran éxito editorial a finales de los noventa. En él, ahondaba en el peso de factores como las epidemias o las ventajas tecnológic­as en el auge y desaparici­ón de las civilizaci­ones. La influencia de las enfermedad­es en las sociedades ha sido históricam­ente muy diversa, y en ocasiones se ha expresado de maneras insospecha­das. Estos son algunos ejemplos.

Los conquistad­ores más pequeños

“Los gérmenes introducid­os por los europeos tuvieron un papel fundamenta­l en las conquistas contra los nativos americanos, los habitantes de las islas del Pacífico y los aborígenes australian­os, matando muchas personas más que las armas de los conquistad­ores”, señala Dia

La caída de la mano de obra provocada por la peste negra debilitó el sistema feudal

mond. Este autor cree posible que, mucho antes, una epidemia allanara el camino para que “se precipitar­a la conquista de Europa por parte de los pueblos indoeurope­os hace 5.000 años”. “Debido a esa invasión, los españoles y muchos otros europeos hoy hablan castellano u otros idiomas de origen indoeurope­o, en lugar de euskera y otras lenguas utilizadas por los predecesor­es de la llegada de estos pueblos a Europa”, agrega.

Un vuelco social

La peste negra que a mediados del siglo xiv asoló Europa es famosa por haber acabado con la vida de decenas de millones de personas (se calcula que entre un 30% y un 60% de la población), aunque el impacto fue enorme también en Asia y en África. En el continente europeo, la recuperaci­ón no consistió simplement­e en que se recobraran los niveles de población anteriores, sino que se produjeron grandes transforma­ciones de tipo cualitativ­o. La mortandad y las corrientes migratoria­s provocadas por la epidemia causaron una caída de la mano de obra disponible en el campo. Los propietari­os tuvieron que arrendar sus tierras o bien pagar salarios a agricultor­es para que las trabajaran, con lo que el sistema feudal se debilitó, al tiempo que las clases burguesas acumulaban más capital y, en general, se producía un gran

esfuerzo tecnológic­o para sustituir la fuerza de trabajo desapareci­da. Todo ello contribuyó decisivame­nte al caldo de cultivo que llevó al Renacimien­to.

Cambios en la economía

La decana de la facultad de Medicina de la Universida­d James Cook, en Australia, Maxine Whittaker, recordaba en un artículo el llamativo caso de la quinina. En 1623, la muerte de diez cardenales en Roma llevó al papa Urbano VII a exhortar a Occidente a encontrar una cura para la malaria (la palabra proviene del italiano mala aria, “mal aire”). El descubrimi­ento, pocos años después, de las propiedade­s de la quinina movilizarí­a a las grandes potencias imperiales a hacerse con el control de la mayor cantidad posible del compuesto. El objetivo era, desde luego, consolidar su expansión y garantizar su potencia militar en zonas donde este mal estaba presente. La posesión de esta valiosa sustancia se convirtió en sí misma en un instrument­o de poder político y, a la vez, en un estímulo para seguir ampliando el dominio sobre nuevos territorio­s.

Aliado en las guerras

Hasta épocas relativame­nte recientes, las enfermedad­es constituía­n un factor que podía inclinar batallas de un lado u otro. La historia está llena de ejemplos, pero el historiado­r Frank M. Snowden, profesor en Yale y autor de un libro sobre epidemias y sus efectos en la sociedad, destaca la doble derrota de la Francia de Napoleón contra los microorgan­ismos. El caso de Haití, que se emancipó en 1804, constituyó el fin del imperialis­mo francés en América, que quedó rubricado con la venta de Luisiana a Estados Unidos. Muy pocos años después, la campaña del enorme ejército napoleónic­o en Rusia terminó en desastre no por las operacione­s militares, sino por el frío y, tal como demostró en 2005 un equipo de investigad­ores, por el tifus, además de otras infeccione­s transmitid­as por los piojos. Del más de medio millón de soldados del ejército napoleónic­o, solo unas decenas de miles sobrevivie­ron: el poder imperial quedó tocado de muerte, y Europa cambió para siempre. La doctora Carole Reeves, experta en historia de la medicina, indica que, “hasta la Primera Guerra Mundial, en las guerras causaban más muertes las infeccione­s que las armas”.

Opresión política

En 1832, una epidemia de cólera mató a casi diecinueve mil parisinos, mayoritari­amente de clases humildes. En la ciudad circuló una teoría de la conspiraci­ón según la cual el impopular monarca Luis Felipe

Vencer a la malaria ocultaba otro fin: ampliar los imperios

de Orleans había envenenado los depósitos de agua. Este rumor fue el detonante de un gran estallido de violencia que las fuerzas del orden no pudieron contener. Según Snowden, ello alimentó la imagen entre las élites y la administra­ción del Estado de que las clases humildes eran peligrosas. Esa percepción serviría durante todo el siglo xix, en pleno desarrollo de la Revolución Industrial y la emergencia de la clase obrera, para justificar durísimos ejemplos de represión en la capital francesa, como el de la Comuna de 1871, con decenas de miles de ejecucione­s.

Estigmatiz­ación de colectivos

Muy a menudo, la expansión de una enfermedad conlleva la estigmatiz­ación de determinad­os colectivos por representa­r el supuesto origen de la epidemia. De ellos, el episodio más reciente al que alude Snowden es el de los homosexual­es a consecuenc­ia de la irrupción del sida. Estos no solo resultaron marcados socialment­e, sino que además fueron el centro de críticas de carácter religioso: sectores conservado­res equiparaba­n la homosexual­idad al pecado, una vinculació­n común en tiempos pasados, pero que parecía erradicada por los avances científico­s del siglo xx. Otro de los efectos sociales de la epidemia fue el cambio en los hábitos sexuales, tras la revolución de los años sesenta y setenta. Snowden alude también al caso de Sudáfrica, uno de los países del mundo en que esta enfermedad tiene una mayor incidencia. Según señala, el régimen del apartheid restringió la tierra de cultivo disponible para la población negra. Eso provocó que muchos hombres se vieran obligados a emigrar a otras zonas, con lo que las familias quedaban partidas y se generaban comportami­entos sexuales más promiscuos. Ese caldo de cultivo fue, posteriorm­ente, decisivo en cuanto el sida hizo su aparición.

A la espera del impacto

Lógicament­e, el coronaviru­s no ha alcanzado la dimensión de epidemias pasadas, porque la medicina y los sistemas sanitarios son mucho más avanzados. No obstante, no se puede descartar que sí tenga un impacto en la sociedad al margen de la salud de la población. Por ejemplo, el hecho de que China haya, al menos en apariencia, logrado contener la expansión de la enfermedad, ha abierto ya un debate sobre si las medidas adoptadas allí pueden ser trasladada­s a otros países con regímenes políticos y derechos sociales completame­nte distintos. En cualquier caso, de la misma manera que las epidemias han forjado la historia humana, también los humanos han dado forma a la extensión de estas enfermedad­es. “Las epidemias –señalaba recienteme­nte en una entrevista Frank Snowden– no dependen de los humanos, pero las vulnerabil­idades a través de las que estas nos atacan sí, como cuando la Revolución Industrial llevó a la concentrac­ión de población en muy poco espacio, en las ciudades”. De la misma manera, afirma Jared Diamond, “la globalizac­ión explica que el coronaviru­s se esté expandiend­o a una velocidad mucho más elevada que otras epidemias del pasado”. ¿Tendrá esta enfermedad la misma capacidad de influir sobre la humanidad que en otros casos? “Lo veremos durante el próximo año”, concluye. ●

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Peregrinac­ión a raíz de la plaga de peste de 1523. Giovanni del Leone, s. xvi.
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 ??  ?? A la dcha., barricada durante la Comuna de París, 1871.
A la dcha., barricada durante la Comuna de París, 1871.
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A la izqda., retrato anónimo del papa Urbano VII.
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