El precio de las crisis
Invisibles, pero feroces, los tentáculos de la Covid-19 no solo han provocado la mayor crisis sanitaria del último siglo. Sus efectos colaterales están afectando a los mecanismos más sensibles de la economía y amenazan con una debacle directamente proporcional al control de la pandemia. En medio de tanta incertidumbre, parece que nuestro tiempo es único. Y lo es en cuanto a contexto y escala se refiere. Pero la historia nos ofrece ejemplos de otros estallidos críticos que pueden ayudar a entender mejor el presente. Guerras, epidemias, bancarrotas, desplomes de precios del crudo, colapsos financieros o hundimientos del mercado de valores han desencadenado a lo largo de los siglos grandes desfases económicos. En época contemporánea, algunos tan determinantes como el crac de 1929 o la Gran
Recesión. La paralización de las actividades productivas, el desempleo masivo, la crisis de deuda nacional y los cambios de poder geoestratégicos han sido elementos asociados a este tipo de hecatombes. Pero no los únicos. A modo de vasos comunicantes, el fin de la prosperidad, la justicia social y la libertad política se ponen en juego ante estos ataques bajo la línea de flotación de la economía. “A lo único que hay que temer es al miedo”, afirmaba Franklin D. Roosevelt en plena Gran Depresión. La confianza como valor social, un buen legado histórico para tiempos de cambios.
En la actual situación solo hay una certeza: el futuro se ha acelerado. Y ante ello, la realidad tras el coronavirus dependerá, en buen modo, de que los gestores públicos apliquen políticas tan efectivas como solidarias, éticas y sostenibles. Es una oportunidad, la oportunidad. ●