La diosa y el genio
Marilyn Monroe y el dramaturgo Arthur Miller, una improbable pareja.
Formaban la pareja de moda. Marilyn Monroe era un icono de Hollywood y Arthur Miller un dramaturgo progresista, famoso por Muerte de un viajante (1949). Los dos, tras pasar por relaciones fracasadas, desafiaban ahora el escepticismo del mundo. Parecían demasiado diferentes para que su relación funcionara. Marilyn, sin embargo, estaba encantada: Miller podía ser un hombre serio, pero poseía “un sentido del humor maravilloso”. La prensa, mientras tanto, permanecía al acecho.
El 29 de junio de 1956 se celebraría la boda, en una ceremonia íntima, después de que la Monroe se convirtiera al judaísmo para poder casarse con Miller por el rito religioso. El acoso de los paparazzi tuvo resultados trágicos poco antes ese día. Mara Scherbatoff, reportera de Paris Match, sufrió un accidente de automóvil al intentar dar con los novios y murió en el hospital.
Los anillos de los contrayentes tenían grabada la frase “Ahora es para siempre”. Les esperaba, sin embargo, un matrimonio inestable lleno de infidelidades por ambas partes. Miller escribió en su diario que se arrepentía de haberse casado con una niña en lugar de con una mujer. No sabía que la actriz iba a leer este comentario hiriente. La separación llegó en 1961, el mismo año del estreno de Vidas rebeldes (The Misfits), la película que él había escrito para Marilyn. Esta, sumida en la adicción al alcohol y los barbitúricos, murió el año siguiente en extrañas circunstancias. Con sinceridad, pero también con dureza, el escritor afirmaría que la mítica intérprete era la prueba de que “la sexualidad y la seriedad son incompatibles, y no pueden coexistir en la mente norteamericana”. ●