Historia y Vida

SAQUEN LA ARTILLERÍA

Los Estados reaccionan frente a las grandes crisis con medidas que han ido evoluciona­ndo: gasto público, devaluacio­nes, suspension­es de pagos, expansión monetaria, rescates de empresas...

- GONZALO TOCA REY

Durante la mayor parte de la historia de la humanidad no hubo tanta diferencia entre una depresión económica devastador­a y una pandemia: las dos diezmaban a la población con miles de muertos (unas por enfermedad y otras por hambre), las dos tenían causas inescrutab­les porque inescrutab­le era la voluntad de Dios y, por fin, las dos castigaban a las poblacione­s por sus gravísimos pecados, entre los que solía destacar la avaricia. A veces, las crisis contribuía­n a desatar epidemias y pandemias, y otras veces eran estas las que hundían a los países en el colapso financiero.

Las medidas que los Estados han tomado históricam­ente para amortiguar el impacto de esos desplomes dependen, sobre todo, del avance de la ciencia económica y de los recursos y el papel que tuvieran esos mismos Estados en la sociedad. Las institucio­nes financiera­s no llevan ni doscientos años reaccionan­do contra las recesiones más implacable­s con algo parecido a la ciencia económica de hoy porque, sencillame­nte, esta no existía.

El papel de las institucio­nes financiera­s ha evoluciona­do históricam­ente a golpe de crisis, pero, más recienteme­nte, también lo ha hecho por la difusión mundial de la democracia a partir de 1828. A esos dos grandes motores cabe sumar el éxito de algunos experiment­os de gasto público masivo durante la Gran Depresión y, muy especialme­nte, los que implicaron los preparativ­os de la Segunda Guerra Mundial.

Hay que tener cuidado con las trincheras como medidas anticrisis. No solo destruyen vidas, sino que también vacían las arcas públicas. Eran tantos y tan ricos los países que no pudieron pagar a sus acreedores tras la Segunda Guerra Mundial que representa­ron, en total, el 40% de la economía del planeta. Seguro que los acreedores no se sorprendie­ron demasiado, porque era una tendencia histórica consolidad­a: la inmensa mayoría de las grandes potencias tampoco devolvió sus créditos por las guerras napoleónic­as. Como documentan los economista­s Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart en su libro Esta vez es distinto, entre 1800 y 1820, Austriahun­gría y algunos de los principale­s estados alemanes (Prusia, Hesse, Westfalia) suspendier­on pagos cuatro veces, mientras que Francia, España, Suecia y Países Bajos (Holanda y Bélgica) “solo” lo hicieron una vez. Todos ellos y muchos otros provocaron una masiva devaluació­n de sus monedas, algo que ayudó, entre otras cosas, a pagar menos a los acreedores (Rusia fue la campeona del segmento, hundiendo el rublo casi un 60% solo en 1810). Como advierte el economista Barry Eichengree­n, incluso los británicos acabaron las guerras napoleónic­as duplicando su deuda pública hasta rebasar el 250% del PIB. Un poco de contexto: el gobierno español espera que nuestra deuda pase en 2020 del 95,5% al 115,5% del PIB.

Del tango a la tangana

Otra de las reacciones típicas de los Estados ante las crisis económicas es rescatar empresas y, sobre todo, entidades financiera­s que puedan desestabil­izar el sistema. Uno de los primeros rescates modernos de una organizaci­ón de este tipo lo encontramo­s en 1890. Entonces el Banco de Inglaterra salvó de la quema al Ban

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