Una larga lucha
Con el mundo inmerso en una pandemia, otro virus, el del racismo, ha hecho de nuevo mella en la sociedad estadounidense. Las imágenes de la muerte de George Floyd hablan por sí solas. Tras ellas, un largo historial de ejecuciones y prácticas segregacionistas en pos de la supremacía blanca. El impacto de este atroz acontecimiento ha conmovido el planeta y las reacciones no se han hecho esperar. Pero la lucha contra esta lacra viene de lejos. Después de la guerra de Secesión (1861-1865), la población afroamericana continuó relegada pese a la abolición de la esclavitud. La conquista de sus derechos estuvo plagada de trabas y amenazas por grupos como el Ku Klux Klan. Buena parte de este colectivo maltratado y perseguido se trasladó a las grandes ciudades industriales del norte, en especial, a partir de la Primera Guerra Mundial. Allí, el racismo se expresaba de otro modo, pero era latente en cualquier hecho cotidiano. Los recién llegados se instalaron en guetos urbanos, ocuparon los empleos más modestos y sus derechos civiles fueron pisoteados. Figuras como la de Rosa Parks se convirtieron en referentes por reivindicaciones tan básicas como poder ocupar un asiento cualquiera en el autobús. Y también se erigieron en símbolos líderes como Martin Luther King y Malcolm X, que encarnaron dos respuestas antagónicas a la opresión: la resistencia pacífica y la autodefensa armada. Un debate que se ha reabierto en nuestros días ante el caso Floyd.
El movimiento Black Lives Matter (“las vidas negras importan”), surgido en 2013 a partir de las redes sociales, ha cobrado nueva fuerza contra la desigualdad racial. Pero esta realidad va más allá del color de la piel y del continente. El mundo contempla a diario y en todos sus confines casos de exclusión y vulneración de derechos. ¿Hasta cuándo? ●