Un recorrido seguro para los pavimentos
La restauración y protección de la villa en un concienzudo proyecto reciente
Una cuestión fundamental paralela al descubrimiento de la villa fue su protección y restauración. Tras algún intento fallido, el llamado Proyecto Minissi, bajo la dirección del arquitecto Franco Minissi, fue puesto en marcha en 1956. Se instalaron cubiertas de plástico sobre las estructuras de la villa y se consolidaron algunos mosaicos. Sin embargo, los métodos y materiales empleados no garantizaron una óptima conservación de suelos, pinturas y estructuras, que sufrieron un notable deterioro.
Por ello, en 2007, tras varios años de diligencias administrativas y planificación, se inició un nuevo proyecto, firmado por el arquitecto Guido Meli, que comprendió la restauración y consolidación total de los mosaicos y pinturas, el drenaje de aguas y su canalización, una nueva cubierta de las superficies (arriba a la izqda.) y la creación de nuevas pasarelas para que los visitantes no dañasen la villa (arriba, el pasillo monumental con el mosaico de “la gran caza”). Se inauguró con éxito en 2011.
mente se cree que, hasta su ocaso a finales del siglo v, la villa pudo ser el núcleo de una gran propiedad de la que dependería la Mansio Philosophiana, asentamiento mencionado en el Itinerario de Antonino y que los investigadores han localizado a unos seis kilómetros.
Las arenas del tiempo
Desde su abandono hasta su redescubrimiento pasaron siglos. Prácticamente sepultada bajo tierra, los testimonios pioneros sobre esta villa se remontan a la segunda mitad del siglo xviii. La primera referencia aparece en 1761, cuando se hallaron restos de un pavimento en mármol, inicialmente atribuidos a un templo. En 1772, en su viaje a Sicilia, el célebre pintor francés Jean-pierre Houël incluyó entre sus acuarelas una llamada Ruines de Gela en la que son visibles los restos en superficie de la entrada a la villa. Probablemente atraído por el misterio que envolvía aquel paraje digno de estampas románticas, en 1808, el cónsul británico sir Robert Fagan inició los primeros sondeos en busca de antigüedades. Las columnas de mármol halladas fueron vendidas a la iglesia local. Los primeros mosaicos los encontró el arqueólogo romano Sabatino del Muto en la década de 1820, pero sería en 1881 cuando comenzaran excavaciones sistemáticas a pequeña escala, continuadas en los primeros decenios del siglo xx. Cada vez se descubrían nuevos mosaicos, y cualquier sondeo realizado confirmaba las sospechas de que bajo tierra yacía un verdadero tesoro.
En 1954 se inició la más célebre e importante campaña arqueológica, a gran escala, dirigida por el arqueólogo Gino Vinicio Gentili. Durante casi nueve años, su equipo rescató de las entrañas de aquella ladera los restos de una monumental mansión tardorromana que desde entonces no ha dejado de dar sorpresas. Era la villa romana más imponente del Mediterráneo. Tras puntuales intervenciones en 1970 y en la década de 1980, es el proyecto iniciado por la Università degli Studi “La Sapienza” de Roma, bajo la dirección de Patrizio Pensabene, el que ha aportado nuevos datos sobre el conjunto
de la villa en sus facetas residencial y productiva en las dos últimas décadas.
Vivir entre mosaicos
Desde su descubrimiento, lo más atractivo del lugar fueron sus mosaicos. Con una extensión de más de 3.500 m2, los mosaicos geométricos y figurativos hallados constituyen un catálogo único del más selecto imaginario de la Antigüedad tardía. Los motivos utilizados reflejan, de manera simbólica, alegórica o descriptiva, las aspiraciones y el poder de un propietario que no reparó en gastos al decorar su residencia con las escenas de moda entre la élite tardorromana. Su objetivo de impresionar a los visitantes quedaba garantizado. Aunque la mayor parte de la villa contiene pavimentos teselados, el más grande de los espacios, la llamada aula basilical, fue decorado con uno con diseño geométrico en opus sectile, un formato prestigioso y caro de la antigua Roma en el que los fragmentos, a diferencia de las teselas, son de tamaño mayor y de corte irregular. La técnica y el estilo de los mosaicos desvelan el trabajo de distintos talleres musivos. Los mosaicos responden a las dos fases constructivas evidenciadas en la villa. La mayor parte de ellos pertenecen a la etapa inicial de construcción, la constantiniana, en torno a 320-340. Están localizados en las zonas de ingreso, el gran peristilo rectangular, espacios adyacentes y grandes baños. De este proyecto decorativo destaca el mosaico de “la gran caza”, de marcado carácter africano, localizado en el monumental pasillo –rematado con un ábside en cada extremo– que separa el peristilo del aula basilical. Con más de sesenta metros de longitud, contiene una narración de escenas de caza, captura y transporte de animales salvajes de Occidente a Oriente, con sendas personificaciones de Mauritania e India en los ábsides. Entre los elementos representados, se han identificado los puertos de Cartago o Alejandría, además de otros paisajes de tintes egipcios. Entre sus personajes se ha querido
Los mosaicos aluden al poder de un propietario que no reparó en gastos
identificar incluso al posible dominus (señor) de la villa y a su hijo participando en dichas actividades.
A esta primera fase también pertenece el mosaico que representa el Circo Máximo de Roma, en la sala identificada como gimnasio en las termas. Se sabe que el circo en cuestión es el de la urbe por la cantidad de detalles incluidos: el edificio está plasmado a vista de pájaro, como si el espectador lo estuviera observando desde la ladera sur del Palatino.
De una segunda fase constructiva, en torno a 360-390, datan los mosaicos del peristilo ovalado, el comedor (triclinium) con tres ábsides y alguna estancia de la fase anterior. El más característico es el del citado comedor, de marcados toques helenísticos y figuras más grandes. Las escenas representadas incluyen, entre otros temas, los trabajos de Hércules, la apoteosis de Hércules, la gigantomaquia o Licurgo y Ambrosía. Los detalles dionisíacos que complementan el diseño han llevado a sugerir un especial gusto por el culto a Baco en esta residencia. A esta segunda fase también pertenece el célebre mosaico de un grupo de mujeres practicando ejercicios atléticos, popularmente conocido como el de “las chicas en biquini”. La referencia a estas actividades deportivas, descritas por las fuentes, denota una vez más el acceso que el comitente tenía a su celebración, reservada a la élite.
Un dato curioso es que la escena de algunos mosaicos de la villa está relacionada con la funcionalidad del espacio que decoran, demostrando la existencia de un proyecto ornamental unitario, donde pintura, escultura y decoración arquitectónica aparecían vinculadas. Además de los mosaicos, en la villa se han hallado 58 columnas in situ de las cien comprobadas, además de restos de pintura en el 70% de los paramentos. De las pinturas, destacan las imitaciones de mármol, algunos amorcillos y otros esquemas decorativos. Pero, sin duda, la que más debió de impresionar sería