Pánico en Nueva York
Hace 100 años estallaba una bomba en pleno distrito de Wall Street.
En las películas de Sherlock Holmes, el crimen es un enigma que siempre acaba por desvelarse. La vida real no es así, como nos muestran los casos que permanecen sin resolver pese al tiempo transcurrido. Uno de ellos se produjo en Wall Street hace 100 años, el 16 de septiembre de 1920. En pleno corazón del distrito financiero, nadie reparó en el carro de caballos estacionado frente al Banco Morgan. Sin embargo, cuando pasaba un minuto del mediodía, el vehículo saltó por los aires. Murieron 38 personas y 400 quedaron heridas por la explosión de 50 kg de dinamita. Para que el efecto resultara aún más dañino, el terrorista rodeó la bomba con 200 kg de piezas de plomo que actuaron como metralla. El FBI invirtió tres años en esclarecer el atentado, sin ningún resultado apreciable. Uno de los sospechosos fue el tenista Edwin Fischer (1872-1947), un prestigioso deportista que había llegado a las semifinales del US Open. Se dice que Fischer avisó a cinco personas, una de ellas su hermana Ethel, para que no se personaran en Wall Street el día del atentado. El presunto autor no reconoció los hechos, y dijo únicamente que Dios le había enviado “mensajes”. Acabó internado en un psiquiátrico por desorden mental. Tampoco fructificaron las sospechas que apuntaban a un grupo anarquista, dirigido por el italiano Luigi Galleani (1861-1931). Se suponía que sus miembros pretendían vengar la injusta condena por asesinato de dos libertarios, Sacco y Vanzetti. Aunque nada pudo probarse, lo cierto es que la matanza en el distrito bursátil de Nueva York puso en marcha una ola de reacciones xenófobas. Justos pagaron por pecadores.
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