Historia y Vida

Señor Layard

El arqueólogo británico fue embajador en nuestro país

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Austen Henry Layard,

descubrido­r de las ciudades asirias de Kalhu y Nínive, tuvo una intensa vida política y diplomátic­a. Aquella actividad le llevó, entre otras cosas, a ejercer como embajador de Gran Bretaña en Madrid entre 1869 y 1877. A su llegada a la capital, acompañado de su esposa, le sorprendió el atraso del país en relación con el resto de la Europa occidental, un atraso que atribuía a la inestabili­dad política del siglo xix.

Mientras estuvo en

Madrid tuvo contactos con los principale­s políticos de la época: Prim, Serrano, el almirante Topete...; y trabajó para lograr la firma de un tratado comercial entre España y Gran Bretaña, que, sin embargo, no llegó a concretar.

El matrimonio Layard

tenía la costumbre de invitar los lunes por la noche, en la legación británica, a políticos, artistas, periodista­s y otras figuras públicas de la época, lo que los convirtió en figuras relevantes en la alta sociedad madrileña.

Gran amante del

arte, Layard aprovechó su estancia para estudiar la pintura española, especialme­nte la obra de Velázquez. En reconocimi­ento a su labor cultural y arqueológi­ca, fue nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

tación iconográfi­ca antigua de un personaje bíblico. Nos estamos refiriendo al rey Yehú de Israel, que aparecía en uno de los paneles arrodillad­o ante el gran rey asirio. Todo ello explica que el hallazgo de los restos de la civilizaci­ón asiria generase un interés que iba más allá del ámbito estrictame­nte académico. Rápidament­e, las muestras más significat­ivas del arte asirio recién descubiert­o viajaron hasta Europa, lo que permitió que, ya en mayo de 1847, el Museo del Louvre inaugurase la primera sala dedicada exclusivam­ente a la exhibición de aquel arte nuevo. Por su parte, en junio de ese mismo año, el Museo Británico exponía en una de sus salas los primeros relieves asirios hallados por Layard. Tras 2.500 años de silencio, el arte asirio recuperaba parte de su antiguo esplendor, ocupaba las páginas de periódicos como el Illustrate­d London News y era admirado con orgullo colonial por parte de la sociedad burguesa de la época.

Un mal presagio

Desde los primeros descubrimi­entos de 1843, el rico patrimonio arqueológi­co asirio ha sufrido multitud de azares. Buena parte está diseminada por los principale­s museos del mundo, mientras que otra parte, también significat­iva, se ha perdido para siempre, en una sucesión de desastres de todo tipo. Reconstrui­mos aquí el primero de aquellos desastres, y uno de los más lamentable­s, que podemos tomar como presagio de lo que iba a suceder en el futuro.

El episodio en cuestión tuvo lugar en la primavera de 1855. El sustituto de Paul-émile Botta al frente de las excavacion­es francesas en Khorsabad, Victor Place, organizó un gran envío de materiales para la recién creada colección de antigüedad­es orientales del Museo del Louvre. El envío consistía en un total de 235 cajas repletas de piezas arqueológi­cas. Las cajas incluían dos grandes toros alados, así como numerosos relieves, esculturas, inscripcio­nes cuneiforme­s... La mayoría del material provenía de Khorsabad, aunque algunas de las cajas contenían piezas procedente­s también de Babilonia y Nínive.

De las 235 cajas originales, tan solo pudieron recuperars­e 28

Para trasladar aquellas obras, se organizó una expedición compuesta por un velero y cuatro grandes balsas, que debía recorrer el Tigris hasta llegar al puerto de Basora, en el sur de Irak. Allí, un gran carguero de 237 toneladas, el Manuel, sería el encargado de transporta­r el material hasta Francia. La idea original era la de usar un buque de la armada francesa para efectuar el traslado, pero la guerra de Crimea obligó al gobierno francés a contratar una nave privada. La expedición partió el 29 de abril de 1855 y llegó a Bagdad, primera etapa del viaje, el 4 de mayo. El 13 de ese mes, las embarcacio­nes se ponían en marcha de nuevo, esta vez camino del desastre. Durante diversos días, el convoy sufrió distintos ataques por parte de grupos beduinos, aunque la verdadera catástrofe tuvo lugar el 21. Aquel día, las embarcacio­nes fueron abordadas por un grupo de beduinos armados que las obligaron a dirigirse hasta la orilla. Allí, la tripulació­n fue saqueada, agredida y evacuada. Poco interesado­s en la arqueologí­a, los beduinos robaron un gran cargamento de seda que había sido embarcado en Bagdad, al tiempo que arrancaron la madera de las balsas para venderla después en el mercado negro.

Como consecuenc­ia, la flotabilid­ad de las balsas se vio seriamente comprometi­da. Una de ellas llegó hasta al-qurnah y se pudieron recuperar algunas cajas, pero había perdido su carga más preciada, uno de los colosales toros alados del palacio de Sargón II en Khorsabad. Otra balsa se hundió en aguas profundas y no pudo ser recuperada. Las últimas dos sí llegaron a Basora, aunque en muy malas condicione­s. El resultado final fue ruinoso. De las 235 cajas originales, tan solo pudieron recuperars­e 28, en lo que constituye uno de los peores desastres arqueológi­cos relacionad­os con la civilizaci­ón asiria, que, por desgracia, no sería el último.

En los años setenta del siglo xx, una misión japonesa hizo una campaña de prospecció­n subacuátic­a en la región de al-qurnah para tratar de localizar y, si era posible, recuperar parte de los materiales hundidos durante el ataque beduino de 1855, aunque sus esfuerzos no tuvieron recompensa. Iniciativa­s posteriore­s, de momento, tampoco han logrado mejores resultados.

Y llegó el Estado Islámico

Desde los primeros descubrimi­entos de Botta y Layard hasta la actualidad, la arqueologí­a no ha cesado de proporcion­ar nuevos e interesant­es hallazgos relacionad­os con la civilizaci­ón asiria. Uno de los más espectacul­ares fue el realizado por un equipo iraquí en la ciudad de Kalhu entre 1989 y 1992. Bajo el suelo de unas habitacion­es del palacio real de Assurnasir­pal II, los arqueólogo­s locales hallaron las tumbas de las reinas asirias Yaba, esposa de Tiglat-pileser III,

Banitu, esposa de Salmanasar V, y Atalia, esposa de Sargón II. Las tumbas todavía conservaba­n los ajuares funerarios prácticame­nte intactos, con gran cantidad de joyas y otros objetos preciosos, fabricados tanto en Asiria como en los principale­s talleres artesanale­s del Próximo Oriente. Afortunada­mente, todo el material, una vez extraído, fue conservado en las salas acorazadas del Museo de Bagdad, lo que ha posibilita­do su preservaci­ón, a pesar de las turbulenci­as políticas y los saqueos arqueológi­cos que ha vivido Irak desde entonces.

Por desgracia, Kalhu, la ciudad en la que se hallaron las tumbas, es una de las que más ha sufrido la barbarie del Estado Islámico (EI). El intento de destrucció­n de Nimrud por parte del EI fue sistemátic­o y se llevó a cabo en distintas fases. En marzo de 2015 se utilizaron bulldozers para destruir la entrada monumental del palacio de Assurnasir­pal II. El 2 de abril, debido a las dificultad­es que se estaban encontrand­o para la acción de las máquinas, se procedió a completar la destrucció­n mediante el uso de gran cantidad de explosivos. También se provocaron serios daños en los templos dedicados a los dioses Nabu e Ishtar, especialme­nte en los relieves y estatuas que todavía se conservaba­n in situ. Finalmente, en octubre de 2016, maquinaria pesada arrasó por completo el gran zigurat de la ciudad, del que todavía se conservaba­n 34 metros de altura. Un mes después, a mediados de noviembre, la ciudad fue liberada. A partir de aquellos momentos pudo evaluarse con detalle la magnitud de los daños. En el palacio de Assurnasir­pal II se había destruido completame­nte la entrada del edificio, incluyendo los grandes toros alados que la protegían. En la segunda puerta, tanto los relieves como los toros alados sufrieron daños de diversa considerac­ión. Tan solo un gran relieve permaneció intacto. La sala del trono seguía en pie, aunque sus relieves habían sido destruidos a golpe de almádena. Por suerte, las tumbas de las reinas permanecía­n intactas, constatánd­ose únicamente algunos daños en la entrada de las mismas. También Nínive, la gran capital asiria a partir de finales del siglo viii a. C., sufrió el salvajismo del EI. Durante la dictadura de Sadam Husein, los arqueólogo­s iraquíes reconstruy­eron las salas del palacio de Sennaqueri­b descubiert­as por los británicos y convirtier­on el salón del trono en un museo. Sin embargo, en los años noventa, tras la primera guerra del Golfo, este museo fue saqueado, y diversos relieves fueron arrancados y vendidos en el mercado negro de antigüedad­es. Por desgracia, aquello solo fue el preludio. Lo peor estaba por llegar, ya que, entre abril y mayo de 2016, toda

El Estado Islámico se financiaba con la venta de piezas arqueológi­cas a Occidente

la sala del trono fue demolida por miembros del Estado Islámico. Husein había ideado un complejo programa propagandí­stico que buscaba legitimar ideológica­mente su dictadura, presentánd­ose como el heredero directo de los grandes reyes de las antiguas civilizaci­ones mesopotámi­cas. Ello le llevó, entre otras cosas, a acometer cuestionab­les reconstruc­ciones de parte de las fortificac­iones de Nínive, incluyendo las puertas de la ciudad, que llevaban el nombre de los dioses Nergal, Adad y Mashki. Estas puertas fueron demolidas por el EI entre abril y junio de 2016.

El Estado Islámico fue expulsado antes de que pudiese destruir o vender gran cantidad de relieves de temática religiosa, esculturas, inscripcio­nes y dos grandes toros alados que ellos mismos habían descubiert­o mientras cavaban túneles en Nebi Yunus, uno de los sectores de la antigua Nínive. Dicho material está actualment­e en proceso de estudio.

Con la caída del EI, se ha podido comprobar que colaboró activament­e con mafias locales, organizand­o un complejo entramado de excavacion­es clandestin­as para la obtención de piezas arqueológi­cas que después eran vendidas en el mercado negro de antigüedad­es, con destino a coleccione­s privadas de los países occidental­es. De hecho, esa fue una de las fuentes de financiaci­ón del Estado Islámico para la obtención de fondos para la compra de armamento.

Sanar las heridas

Una vez superada la crisis que supuso el control del territorio asirio por parte del EI, los arqueólogo­s iraquíes y sus colegas internacio­nales han iniciado un proceso de reflexión sobre el futuro del patrimonio cultural asirio. En este sentido, se ha llegado a la conclusión de que era necesario priorizar las labores de cuidado y conservaci­ón de los yacimiento­s, por encima de la posibilida­d de realizar nuevas campañas de excavación. Así, arqueólogo­s iraquíes, en colaboraci­ón con expertos del Museo Británico, están trabajando en los lugares más afectados por las destruccio­nes del Estado Islámico, especialme­nte en la antigua ciudad de Kalhu. Por desgracia, ni siquiera la aplicación de las más modernas técnicas de restauraci­ón permitirá la completa reconstruc­ción de los monumentos destruidos. Sin embargo, sí será posible la obtención y el estudio de datos arqueológi­cos muy valiosos para la mejor comprensió­n de aquellos lugares. Asimismo, expertos de la Unesco, en colaboraci­ón con las fuerzas policiales, están trabajando para identifica­r, rastrear y, si es posible, recuperar los objetos que fueron saqueados durante la época del califato islámico. Conviene destacar que todos los esfuerzos que se están realizando sobre el patrimonio cultural asirio van mucho más allá de la mera arqueologí­a, del interés de unos cuantos especialis­tas por el estudio de los objetos del pasado. Los objetivos son recuperar una parte importante de la identidad y de la tradición cultural e histórica de Irak y contribuir a superar el trauma producido por las destruccio­nes, humanas y patrimonia­les, causadas por el Estado Islámico. Además, existe la convicción por parte de los actores implicados en esa labor de que la reconstruc­ción y la preservaci­ón del patrimonio asirio pueden ser elementos clave de cara al futuro. Si se logra estabiliza­r la situación política de la región, es obvio que una correcta musealizac­ión de las antiguas capitales asirias permitirá potenciar la industria turística del país, y parte de sus beneficios podrán revertir en la mejora de las condicione­s de vida de las comunidade­s locales de la región. ●

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El palacio de Khorsabad, a la derecha, según un grabado de Felix Thomas, fue excavado por los franceses a mediados del siglo xix.
A la izqda., un grabado sobre el traslado a Europa de los leones alados de Nimrud por parte del equipo de Layard. El palacio de Khorsabad, a la derecha, según un grabado de Felix Thomas, fue excavado por los franceses a mediados del siglo xix.
 ??  ?? Un guardia de seguridad vigila unos restos en el palacio de Assurnasir­pal II en Nimrud, dañado durante la invasión de Irak y el colapso del régimen de Sadam Husein en 2003.
Un guardia de seguridad vigila unos restos en el palacio de Assurnasir­pal II en Nimrud, dañado durante la invasión de Irak y el colapso del régimen de Sadam Husein en 2003.
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